Con los dos fallecidos de ayer en el barrio bilbaíno de Basurto ya son 32 los terroristas de ETA que han muerto desde 1969 como consecuencia de la manipulación o el traslado de explosivos con los que pretendían perpetrar atentados. Las primeras muertes en la banda por esta circunstancia se produjeron el 6 de abril de 1969 cuando los miembros de ETA Joaquín Artajo Barrios y Alberto Azurmendi manipulaban una bomba y les estalló.
El último caso registrado, antes del suceso de ayer en Basurto, ocurrió el martes 24 de julio de 2001 en el municipio de Torrevieja (Alicante). Ese día, la etarra Olaia Castresana, de 20 años de edad, perdió la vida cuando le explotó el explosivo que manipulaba en un apartamento de la localidad alicantina.
La deflagración causó heridas a siete personas, entre ellas cuatro niños, residentes en los apartamentos turísticos vecinos al que la terrorista ocupaba junto a su novio, Anatz Oiarzabal, de 23 años, que se dio a la fuga tras conocer la noticia de la explosión.
Casi un año antes de esa muerte en Torrevieja, otros cuatro terroristas perdieron la vida en Bilbao al estallar los 30 kilos de explosivos y armas que llevaban en su coche. Ocurrió el 7 de agosto de 2000, un lunes de noche como ayer, en el barrio bilbaíno de Bolueta. Los cuatro fallecidos, Patxi Rementeria, Ekain Ruiz, Urko Gerrikagoitia y Zigor Aranbarri, pertenecían al comando Vizcaya. Uno de los cadáveres fue hallado a cincuenta metros de la explosión.
Onda expansiva
La onda expansiva de los 30 kilos de explosivos que los terroristas trasladaban cuando su coche circulaba por Bolueta provocó diversos daños en pabellones industriales, viviendas y oficinas de la zona.
Antes de este caso hay que remontarse diez años, 21 de agosto de 1990, para encontrar un suceso parecido. Ocurrió dentro del aparcamiento de un centro comercial guipuzcoano cuando el miembro de ETA José María Aranzistroki manipulaba una bomba y le estalló.
De los etarras muertos por sus propias bombas, diez fallecieron en Guipúzcoa, uno en Álava y seis en Vizcaya. Otros ocho murieron en Navarra. El resto se reparte entre localidades francesas, salvo en el caso de la mujer fallecida en Torrevieja el año pasado.
Algunos ayuntamientos vascos gobernados por Batasuna han homenajeado a los terroristas muertos por manipulación de bombas e incluso han llegado a nombrarles hijos predilectos del municipio.
Ese hecho ha servido a los dirigentes del Gobierno central y a la propia Fiscalía General del Estado para intentar demostrar la vinculación directa que existe entre la formación independentista Batasuna, suspendida judicialmente, y la banda terrorista ETA.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 24 de septiembre de 2002