El francotirador de Washington parece en condiciones de asesinar a cualquier persona y en cualquier momento. Ayer actuó de nuevo en el condado de Montgomery (Maryland), la zona donde mató a sus cinco primeras víctimas los días 2 y 3 de octubre. La víctima número 13, décima mortal, fue un conductor de autobús. Como en anteriores ocasiones, la policía cortó inmediatamente todas las carreteras de la zona y lanzó una inmensa operación de rastreo que causó un enorme colapso de tráfico en las cercanías de Washington. Anoche la policía envío un mensaje en clave al asesino por la televisión.
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Conrad Johnson, de 35 años, empleado de la compañía pública de autobuses desde 1992, esperaba de pie sobre el estribo de su vehículo. Eran las 5.56 de la mañana y estaba en Aspen Hill, a punto de iniciar la jornada. Se escuchó un sonido y Johnson cayó fulminado. Un balazo le había destrozado el abdomen. "Oí una explosión fuerte, no la detonación seca de un arma corta, sino algo más ruidoso. Si era un arma, se trataba de un rifle de gran potencia", dijo Kim Roberts, un carpintero, antiguo militar, que caminaba por las cercanías.
La víctima fue trasladada a un hospital, pero falleció a las pocas horas. Conrad Johnson dejó viuda y dos hijos. El crimen, aún no oficialmente atribuido al francotirador, pero considerado por la policía como uno más en la cadena, ocurrió junto a un edificio de apartamentos y una pista de baloncesto rodeada de bosque.
En minutos, la policía cortó las carreteras de la zona, incluyendo Connecticut Avenue, una de las principales arterias de Washington. Todos los vehículos conducidos por hombres, incluyendo motocicletas, fueron detenidos y examinados. Hacia las once de la mañana, tras varias horas de embotellamientos formidables, los controles fueron levantados sin que se hubiera obtenido resultado alguno
Humillación para la policía
Agentes de la agencia federal de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego, provistos de perros, peinaron la escena del crimen, auxiliados por helicópteros provistos de sistemas ópticos. El coordinador de la investigación, Charles Moose, se mostró abatido ante las cámaras cuando informó del crimen. El francotirador estaba humillando a la policía, aterrorizando a los habitantes de una zona cada vez más extensa (el ataque del sábado se produjo a más de 150 kilómetros al sur de Washington; el de Johnson ocurrió unos 20 kilómetros al norte de la ciudad) y obsesionando al país. "Nos damos cuenta de que la persona, o la gente, implicada en esto ha demostrado tanto la voluntad como la capacidad de matar gente de todas las edades, razas, géneros y profesiones, en cualquier lugar y en cualquier momento", declaró.
Charles Moose, jefe de la policía de Montgomery, se refería de forma indirecta a un conflicto suscitado por el miedo al francotirador. Todos los colegios de una amplia zona de Virginia cerraron el lunes y el martes para evitar riesgos. En total, unos 150.000 escolares se quedaron en casa. En Maryland, en cambio, los colegios siguieron abiertos, aunque bajo vigilancia especial y sin actividades en el exterior. Bastantes padres consideraron que en Maryland se toman menos precauciones que en Virginia, especialmente desde que el asesino indicara en un mensaje que podía seguir atacando a niños, como hizo el 7 de octubre.
Anoche Moose lanzó un nuevo mensaje en clave al asesino por la televisión para contactar con él.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 23 de octubre de 2002