La lluvia, "fina pero intensa", como la describió Casillas, encharcó un partido espeso de por sí. El 0-0 dejó satisfechos a la mayoría de los jugadores, sobre todo del Madrid. Se fueron de Riazor aliviados, contentos con el esfuerzo realizado y el punto cosechado en época de escasez. "Empatar en Riazor ha sido una inyección de moral", sentenció el portero madridista.
MÁS INFORMACIÓN
El empate a cero ratificó las enormes dificultades que tiene el Madrid para marcar goles desde que debutó Ronaldo. En el marcador también se reflejó el intento del técnico del Madrid, Vicente Del Bosque, por imponer simetría al esquema de su equipo. "Fue un partido equilibrado", aseguró el entrenador; "con pocas ocasiones de gol". Tan equilibrado, tan grave y tan táctico resultó el duelo que por poco nadie le disparó a nadie.
Del Bosque hizo jugar a Solari de volante izquierdo, como contrapunto de Figo. Dos pivotes (Cambiasso y Makelele), un media punta (Zidane) y un punta (Ronaldo) completaron el dibujo. Fue un mal día para concretar lo que pretendió el técnico con esta fórmula: jugar menos al pie y más a los espacios; buscar los desmarques de Ronaldo; y achicar la distancia entre líneas para no dejar en situación de inferioridad a Cambiasso y Makelele. Las líneas se juntaron, sí, pero tan cerca del área de Casillas que cualquier jugada ofensiva se convirtió en una odisea. "No hemos llegado con excesiva claridad", reconoció Del Bosque; "y eso que cualquier acción dentro del área podía haber acabado en gol, porque las áreas estaban muy peligrosas".
Irureta, el técnico deportivista, consideró que la igualdad se fundó en "el conocimiento que tienen los equipos del rival". Makaay admitió que el Madrid había tenido "más ocasiones" y que el resultado fue "justo".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 3 de noviembre de 2002