Siempre a la sombra del Hércules, el Alicante logró ayer que su nombre aparezca en las primeras páginas de los periódicos como el equipo que eliminó al Valencia de la Copa del Rey 2002-2003. Éste era uno de los sueños del presidente del club alicantino, Antonio Solana, un empresario de la construcción que impulsó al Alicante de la Regional Preferente hasta la Segunda División B en apenas cuatro años. Solana se ha empeñado en que el Alicante deje de estar eclipsado por el Hércules, un histórico venido a menos. De momento, ha despertado la rivalidad entre ambos equipos, algo que nunca existió, pues el Hércules anduvo siempre varios escalones por encima. Hasta su caída deportiva y económica, que comenzó a producirse hace un lustro.
El Alicante es un modesto con 85 años de historia anodina hasta hace cinco temporadas, cuando empezó su escalada. Antonio Solana, que entronca con el perfil de mecenas prácticamente desaparecido del fútbol, cogió las riendas del club con la intención de sacar al Alicante del anonimato. Con Pepe Bordalás en el banquillo, el equipo alicantino fue subiendo peldaños: en 2000 subió a Tercera División y en 2001 a Segunda B. La pasada temporada estuvo a punto de jugar la promoción de ascenso a Segunda División, convirtiéndose en uno de los equipos revelación de la categoría. Todo iba sobre ruedas, según lo previsto por el presidente alicantino.
Quemada la etapa de Bordalás, Solana contrató este verano al técnico gallego Alberto Argibay, que fue segundo de Castro Santos en el Compostela y el Sporting de Braga portugués. Argibay es un tipo pecualiar que se ha ganado la antipatía de la prensa alicantina por su carácter y manifestaciones. Amigo del entrenador del Valencia, Rafa Benítez, Argibay es reacio a hablar con los medios de comunicación -"no llevo móvil porque no entra en mi estilo de vida", dice- y desprecia gran parte de los artículos que se publican sobre su equipo. "La mayoría de los periodistas deportivos son unos analfabetos funcionales", afirmó hace unas semanas. En su presentación, señaló que llegaba para "profesionalizar" el Alicante.
Desde su ascenso a Segunda B, el Alicante juega en el Rico Pérez, estadio que se vio obligado a vender el Hércules al ayuntamiento por seis millones de euros para paliar su deuda y completar su conversión en sociedad anónima deportiva. Ahora, el Hércules y el Alicante comparten un campo de titularidad municipal. En la fachada de éste, sin embargo, sólo aparece el escudo del Hércules, el antiguo propietario, cuyo nombre también está grabado en todas las sillas del campo. Así que el Alicante ha presentado ante el ayuntamiento sus quejas: quiere que su escudo también adorne la fachada del Rico Pérez.
Este club al alza, con apenas 1.000 seguidores fieles -3.000 socios, según la institución- pero con un presupuesto de 1.200.000 euros, que no está nada mal para la categoría, fue el torturador del Valencia en la presente edición de la Copa del Rey, torneo que ha abofeteado sin compasión al conjunto valencianista en las dos últimas ediciones: en la pasada fue eliminado por el Novelda por alineación indebida, y en la anterior cayó ante el Guadix en los penaltis.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 7 de noviembre de 2002