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EL HUNDIMIENTO DEL 'PRESTIGE'

El fuel a la deriva dispara la alarma en Galicia

Los equipos de rescate carecen de barcos y los pescadores reclaman con insistencia más barreras de protección

No hay buques suficientes para disolver las manchas de petróleo, las playas se están limpiando a golpe de cubo y pala y las autoridades no pueden atender todas las peticiones de barreras de protección. Miles de toneladas de fuel permanecen a la deriva en el Atlántico, y los servicios de rescate admiten que no disponen de los medios precisos para conjurar la amenaza de una nueva marea negra como la que se ha desatado desde hace ya una semana en la Costa da Morte (A Coruña) por los vertidos del petrolero Prestige, hundido desde el martes a 250 kilómetros de Finisterre. En las Rías Baixas se ha extendido una sensación de alarma y en algunas localidades son los pescadores los que tratan de procurarse sus propios medios de defensa.

Una nueva mancha de fuel de ocho kilómetros podría llegar "a corto plazo" a Camariñas

La contaminación del petrolero se extiende ya por 295 kilómetros de litoral y arrasa 40 playas

Para colmo, una nueva amezana emergió anoche cuando la Delegación del Gobierno confirmaba que una mancha de fuel de ocho kilómetros de largo y cuatro de ancho podría llegar "a corto plazo" a la costa comprendida entre Camariñas y Muros.

Horas antes, el ministro de Medio Ambiente, Jaume Matas, aportaba en su primera visita al litoral coruñés otro dato igualmente preocupante: la contaminación afecta a una franja de litoral de 295 kilómetros, con 90 playas afectadas, de las cuales 40 están prácticamente arruinadas.

Tras varias décadas de catástrofes marítimas en Galicia, y todavía con el recuerdo de la marea negra ocasionada en 1992 por el Mar Egeo, el desastre del Prestige está evidenciando la incapacidad para hacer frente a una emergencia ecológica de estas características.

Unas 6.000 toneladas de fuel, derramadas por el Prestige poco antes de hundirse a 250 kilómetros al sur de Finisterre, avanzaban ayer hacia el norte, empujadas por un fuerte temporal de viento y lluvia. Nadie puede aventurar cuál será su destino definitivo, pero tampoco nadie se atreve a descartar que acaben otra vez en la costa gallega, sobre todo si persisten los vientos del suroeste que azotaban la zona la pasada noche. Y la Administración española se muestra incapaz de atajar la deriva de la mancha porque no dispone de buques anticontaminación.

En España no hay un solo barco especializado en esas misiones. Únicamente un remolcador, el Punta Mayor, tiene equipos apropiados para succionar el combustible que flota sobre el agua. A Galicia se han desplazado dos buques anticontaminación extranjeros, el Ailette, francés, y el Rinj Delt, holandés, que están concentrados en combatir las manchas de combustible más próximas a la costa. Ninguno de los dos puede ser desplazado a alta mar para hacer frente a la última amenaza que dejó al Prestige antes de hundirse, porque, según reconocieron fuentes de Salvamento Marítimo, quedaría desprotegida la zona de la Costa da Morte, alcanzada por el fuel el pasado sábado. "En todo el mundo hay muy pocos barcos de esas características", explicó el conselleiro de Pesca, Enrique López Veiga, quien expresó su confianza en que lleguen pronto refuerzos de otros países. Sin embargo, las autoridades alemanas señalaron que no han recibido respuesta a su oferta de enviar buques anticontaminación.

De momento, en la zona donde se hundió el Prestige, con unas 60.000 toneladas de fuel en sus tanques, no se ha apreciado que el combustible emergiera a la superficie. Los especialistas están divididos sobre la cuestión: algunos creen que el fuel se solidificará en el fondo y otros auguran que una parte importante saldrá a flote. La zona está vigilada por un remolcador y un avión, porque no se disponen de medios submarinos para comprobar qué está ocurriendo en las profundidades.

López Veiga no negó que la magnitud de la catástrofe esté desbordando los medios disponibles, aunque explicó: "Las mareas negras sobrepasan a todo el mundo. Nadie está preparado. Le pasó a Estados Unidos con el Exxon Valdez y el Amocco Cádiz y a los franceses con el Erika". El conselleiro lleva dos días de actividad frenética para intentar aplacar a los pescadores y mariscadores de las Rías Bajas, que viven con el corazón en un puño ante la posibilidad de que sus bancos sean alcanzados por la carga mortífera del Prestige.

El pánico se ha instalado especialmente en la ría de Arousa, pese a los esfuerzos del consejero, quien asegura tajante que allí "no hay peligro inminente de una marea negra". Pero la gente del mar tiembla pensando en los efectos de una hipotética invasión de fuel, que sobrepasaría con mucho el desastre ecológico ya ocasionado en la Costa da Morte. Arousa es casi como un mar interior, de aguas muy calmas, salpicadas de 2.200 bateas de mejillón y con las reservas de almeja y berberecho más importantes del mundo. Hasta ahora, las mareas negras en Galicia se han concentrado en la zona norte, donde la fuerza del mar contribuye a eliminar antes sus efectos. En el agua estancada de Arousa, las consecuencias serían impredecibles.

En Arousa, al igual que en Vigo, pescadores y mariscadores están desesperados reclamando barreras de protección. Ellos mismos se han ofrecido voluntarios para instalarlas y, en algunos casos, se han planteado cerrar la entrada a las rías con sus propios barcos, una solución totalmente ineficaz.

"Lo único que nos han dado hasta ahora es una vela para ponerle al santo", ironizaba Agustín Pose, presidente de la asociación de mejilloneros de Cabo de Cruz, en la margen norte de la Ría de Arousa. Según la Xunta y la Delegación del Gobierno, las barreras no se distribuyen por razones técnicas, ya que sólo resultan efectivas cuando la contaminación es visible y se puede adivinar su trayectoria. Pero los pescadores no se lo creen. Y no son los únicos. "No las mandan porque no las tienen", denunció el alcalde de Vigo, el nacionalista Lois Castrillo. "Que las compren, que las alquilen o lo que sea". Según la Delegación del Gobierno, están instalados 18.000 metros de barreras en las zonas adonde llegó el fuel y se reciben nuevos envíos de otras partes de España y del extranjero, aunque sí se admite que "hay muchos riesgos, que se irán anunciando cuando vayan llegando".

Además del fuel vertido en alta mar antes del hundimiento del petrolero, una nueva amenaza emergió anoche. El temporal estaba empujando hacia una zona comprendida entre Camariñas y Muros, en el límite sur de la Costa da Morte, una mancha de ocho kilómetros de largo y cuatro de ancho. Persisten también dos concentraciones de combustible a 40 millas de Finisterre. La franja de litoral ennegrecida por los vertidos alcanza ya los 295 kilómetros, según reveló ayer el ministro de Medio Ambiente, Jaume Matas, que visitó Galicia por primera vez desde el accidente. Las playas afectadas son 90. En un cálculo "provisional", Matas indicó que los perjuicios económicos ascienden a 42 millones de euros y prometió que el litoral estará regenerado en seis meses.

Los datos del desastre contrastan con las otras cifras que también ofreció el ministro sobre el despliegue para contrarrestar la contaminación en los arenales: 150 soldados de Marina, tres supervisores y 40 peones. Matas anunció que se aumentará el personal para poder trabajar en todas las playas. Según el ministro, las autoridades han actuado de forma "coordinada y diligente".

El presidente de la Xunta, Manuel Fraga, cuya ausencia hasta ahora de la Costa da Morte ha suscitado críticas, visitará hoy la zona. Ayer, en unas jornadas sobre la industria petrolera, lamentó que Galicia esté sufriendo las consecuencias de un factor "tan importante" como es el transporte de las materias de origen petrolífero.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 21 de noviembre de 2002