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Crónica:14ª jornada de Liga | FÚTBOL

Carew es mejor que su doble

El Valencia gana en el Madrigal con dos goles del noruego y un gran partido de Aimar

Así es la vida. Toda la semana enseñando Benito Floro a sus defensas cómo frenar al gigantesco Carew (llegó a utilizar a un doble del noruego en los entrenamientos) para esto. Para que Carew salga al campo en el minuto 38 por la lesión de Angulo y desplume al Villarreal con dos acciones brillantes. Claro que el doble del que se sirvió Floro tendría su envergadura, sin duda, pero ¿acaso el fútbol se resume a eso, a los centímetros? De muchos menos dispone Aimar y para qué quiere más. Ayer el media punta argentino se puso las botas. Se le vio con ganas de disfrutar, de volver a ser rápidamente el que fue antes de la lesión. Y lo logró. Estuvo toda la noche escabulléndose entre la maraña de piernas que trataba de darle caza y el Madrigal acabó rendido a la grandeza de su fútbol. No había más remedio. Es un futbolista único y distinto, se mire por donde se mire. Y eso que, acosado por las lesiones, el Valencia acabó el encuentro con tres jugadores recién salidos de su cantera. No se notó. Se trata de la fortaleza mental del campeón. La de una plantilla muy consistente. El Villarreal, en cambio, ofreció una pobrísima impresión, sin la pátina de frescura de otras ocasiones. Lo fió todo a la adrenalina y, cuando ésta se agotó en la segunda parte, se vio solo y desamparado. Sin fútbol, ni puntos ni nada. Un vacío absoluto.

Expiraba la primera parte entre bostezos y patadas mal dadas por ambos equipos, cuando, de pronto, el Valencia perdió a dos de sus hombres. Casi simultáneamente se lesionaron Albelda y Angulo de sendas dolencias musculares, sin que ni siquiera dieran el tiempo necesario para que calentaran sus sustitutos (Enguix y Carew). Sin tiempo para que su entrenador, Rafa Benítez, meditara sobre los cambios. Hubo de hacerlos de sopetón. El primer tiempo resultó un horror. Sin nadie que bajara el balón al piso. Con la excepción de Aimar, que se dedicó a practicar sus diabluras mientras los hombres de Floro ponían precio a su cabeza: se trataba de saber cuántos segundos tardarían en derribarlo. Josico, incluso, le quitó la bota al argentino de un zarpazo. Suele pasar en este tipo de derbis: los jugadores se tiran por la calle del medio y actúan con una agresividad desmesurada. El caso es que de tanto repartir cera, se olvidaron de jugar hasta tal punto que los dos porteros, Reina y Palop, sólo se calentaron en este primer tiempo a través de sus despejes con los pies. Con las manos, ni la olieron.

El conjunto de Benítez también echó en falta al lesionado Vicente, por lo que se puso contumaz en entrar por el embudo central, donde Unai sacó a pasear la segadora. En medio de tanto músculo como había en la defensa castellonense, Benítez optó primero por la chispa y la movilidad de Aimar y Angulo. Después entró Carew y se convirtió en el protagonista. Más que nada por ser fiel a sí mismo. Es decir, un delantero imprevisible, capaz de lo mejor (el gol es una vaselina cruzada llena de calidad) como de lo peor (falló otro gol a puerta vacía que recordó al del día del Ajax, si bien esta vez había pitado el árbitro fuera de juego).

El Villarreal, salvo algún detalle de Belletti, se dedicó a defenderse con el cuchillo entre los dientes. Se olvidó el fútbol, que lo tiene, en el armario. Y acabó pagándolo. El Valencia disputó la segunda parte con dos chicos recién salidos del horno del filial, Garrido y Enguix, pero ambos se mostraron con desparpajo, como si llevaran ahí toda la vida. Tan sobrado se vio el Valencia que, más tarde, introdujo a otro canterano: Albiol, para remarcar su superioridad. De hecho, el equipo de Benítez se puso a tocar en este segundo periodo y sacó de sus casillas al cuadro local. Sobre todo Aimar, que, lejos de arredrarse ante las tarascadas, dio una exhibición. Se metió entre líneas y, con esa conducción eléctrica del balón, no hubo quién le parara. Ni por lo civil ni por lo criminal. Así llegó el segundo gol valencianista, tras una larga y elaborada jugada que completó Carew regateando a Reina en su salida. El pase interior fue de Fabio Aurelio.

Con el 0-2 en contra, el Villarreal por fin chutó a puerta. El milagro lo obró Javi Venta, un disparo violento que se topó con otra gran respuesta de los reflejos de Palop, ovacionado, por cierto, en su vuelta al Madrigal cuatro años después. Entregado un Villarreal sin fuerza y sin ideas, el Valencia se dedicó a vivir de las rentas, a dar minutos a los más jóvenes, y a esperar que Aimar inventara algún quiebro distinto. Porque, después de casi un mes apartado del juego por lesión, ayer Aimar no quería que el fútbol se acabara nunca.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 15 de diciembre de 2002