No fue una visita fácil. A cada paso que dio en las zonas más afectadas por la catástrofe del Prestige, el Príncipe pudo percibir la tensión de los gallegos desesperados en su lucha contra el chapapote sin apenas medios. Los abucheos e insultos que se lanzaron no iban dirigidos contra él, buscaban al presidente de la Xunta, Manuel Fraga, que lo acompañaba. Pero los oyó todos. Cuando bajó a las playas de Ons, en las Rías Bajas, a mezclarse con marineros, voluntarios y militares embadurnados de fuel, escuchó peticiones directas de ayuda: "Queremos más medios, consíganos una cinta mecánica". Y quejas: "¡Mira cómo está esto!". Pero sobre todo lo que llegaron fueron duros insultos contra Fraga y gritos constantes de dimisión. Primero en Portonovo, luego en Ons y finalmente en Aguiño (A Coruña), don Felipe repartió apoyos y dejó una consigna: "Es hora de sumar esfuerzos. Que sepa Galicia que no está sola".
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Dos días después de que el presidente del Gobierno, José María Aznar, hiciera una visita relámpago a Galicia sin acercarse siquiera a las zonas manchadas por el viscoso vertido del Prestige, el Príncipe metió sus náuticos en la playa de Pereirós, en la isla de Ons, dentro del parque nacional de las Islas Atlánticas. Rodeado de un centenar de voluntarios y militares cubiertos de fuel hasta la cabeza, don Felipe se acercó a la orilla, donde una masa informe de chapapote avanzaba y retrocedía movida por las olas. Le impresionó: "Esto es tremendo", dijo señalando al agua. Tan desolado estaba que incluso trataba de avisar a la gente tan manchada, que ya no se preocupaba: "¡Cuidado con la ola!".
Antes, mientras recorría los senderos de la isla, ya había visto algún otro arenal desde arriba. Los voluntarios de Conexol no dejaron escapar la ocasión para mostrar su indignación, sobre todo porque el Príncipe llegara hasta allí y Aznar no: "Que venga el del bigote", le gritaban desde abajo. Algunos le animaron a echar una mano: "¡Felipe, coge una pala, mira cómo está esto!". A su lado, el presidente de la Xunta se convertía en el blanco de todos los reproches: "¡Fraga, monigote, limpia el chapapote!". O "¡Fraga, dimisión!". Los mismos gritos que se repetirían luego en Aguiño, donde en los primeros días de la crisis, los marineros, al ver que las barreras anticontaminación que les habían prometido no llegaban, increparon y zarandearon al alcalde y presidente de la Diputación de A Coruña.
Fraga, una y otra vez, era el centro de las quejas. Jaume Matas, ministro de Medio Ambiente, también formaba parte del séquito, pero tal vez el escaso conocimiento que los marineros tenían de su cara le salvó de algún contratiempo. El presidente gallego, con dificultades para caminar, no llegó a bajar a la arena, donde estaban las heridas de la marea negra. Allí entendió el Príncipe la dificultad que plantea la retirada del fuel. "Recogemos con las manos durante horas y la línea esa negra sigue en el mismo sitio. Mejor miramos hacia adentro, donde está el fuel que recogemos. Porque si miras hacia el mar, y ves que sigue igual, te deprimes", le explica Juan Carlos Nieto, llegado desde Cartagena (Murcia). El heredero de la Corona trataba de situarse a su altura: "Ya, ya entiendo, y lo peor es que vuelves mañana y esto está igual. Es terrible". Agradeció a todos su trabajo y repartió ánimos, aunque en esta ocasión, por motivos obvios, no hubo apretones de manos.
Fernando, que se define a sí mismo como "voluntario experto", comenta con esperanza esta visita. "Yo estaba en Muxía cuando fue el Rey y le pedí que viniera el Ejército. Tardó 12 horas. Ahora a su hijo le he pedido una cinta mecánica, porque necesitamos cien personas en cadena para sacar el chapapote. A ver cuánto tarda". Don Felipe le prometió que vería lo que se podía hacer. Se fue también con una carta de los vecinos de la isla en la que le piden que interceda para conseguir medios y le invitan a celebrar con ellos "la victoria sobre el desastre del chapapote" cuando la isla, visitada por su padre algún que otro verano, vuelva a ser la de antes.
Antes había estado en Portonovo, también en Pontevedra, con los patrones mayores de las distintas cofradías de las Rías Bajas. Lejos de reivindicaciones, éstos se limitaron a explicarle cuál ha sido el trabajo que han realizado en el último mes. Aunque también se vivió un pequeño momento complicado, cuando el alcalde de Pontevedra, Miguel Fernández Lores, del BNG, se quejó por la descoordinación del voluntariado y por la falta de medios. Entregó al Príncipe un informe sobre los fallos del Gobierno central y de la Xunta. Sin inmutarse ni tomar partido, don Felipe escuchó también las indicaciones del primer edil de Portonovo, del PP, en sentido contrario. Fraga no quiso entrar en polémicas.
Por la tarde acudió a Aguiño, donde trabajan a destajo para evitar que el fuel entre en la rica ría de Arosa. También allí encontró algunos aplausos, estrechó muchas manos y tuvo que escuchar una vez más, y en mayor medida, los abucheos dedicados a Fraga. Mientras estrechaba decenas de manos, Fraga permanecía en un segundo plano, simulando que no oía.
El príncipe Felipe estuvo ayer más de cuatro horas visitando zonas destrozadas por la catástrofe y rodeado de combativos marineros tintados por el veneno del Prestrige. Tomó nota y sintetizó a los periodistas: "Quiero transmitir la preocupación de todo el sector. Podemos estar orgullosos de la colaboración de todos. Los voluntarios han venido a miles. Ahora debemos asegurar que la ayuda llegue a todos, y también a Asturias, Cantabria y el País Vasco. Y que no sea algo momentáneo, que se mantenga en el futuro. Sigue siendo la hora de arrimar el hombro".
"Ahí abajo hay una bomba"
Su padre, el Rey, visitó las Rías Altas en plena ofensiva de la marea negra derramada por el Prestige. Don Felipe inició ayer una visita de dos días a la otra zona castigada por el fuel: las Rías Bajas. Entre las decenas de personas con las que charló, el Príncipe se detuvo con una mariscadora que le preguntó si sabía qué va a pasar con el barco hundido a 3.600 metros de profundidad, cargado aún con unas 50.000 toneladas.. Tanto insistía la asustada señora que Don Felipe se vio obligado a darle una explicación: "Su angustia es compartida por todos. Eso es una bomba que está en el fondo del mar y... Pero bueno, para eso estamos consultando a científicos. Yo ahí ya no sé más".Luego, para aportar algún gesto de tranquilidad, y en la parte más amable de la visita, se comió un par de mejillones de la ría que le ofrecieron unas mariscadoras, y alabó su calidad.Manuel Fraga tuvo que enfrentarse con una señora que limpiaba fuel en la isla de Ons. En vez de insultarle, como hacía la mayoría, se le acercó para decirle en gallego, señalando a la enorme mancha que había en la playa: "¿Presidente, no podía traernos un barquito para limpiar todo esto?". Fraga, como hizo el Príncipe con todas las peticiones, se dio por enterado.La diferencia en el trato dispensado por los pescadores al Príncipe y a los políticos fue muy evidente durante todo el recorrido, ya que para el primero iban las peticiones -"haz que piensen en nosotros", le dijo un hombre-, y para los otros los insultos.El Príncipe de Asturias de entrevistará hoy en A Coruña con el alcalde, Francisco Vázquez, y con representantes de empresas y fundaciones gallegas que colaboran en esta crisis. Luego se acercará a Vigo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 17 de diciembre de 2002