"Se me ha quedado la cara como una plancha", proclamó El Mono, Germán Burgos, al salir de la ducha; "¡se me movió la tierra!". Llevaba un algodón en una de las fosas nasales como único rastro de la batalla que acababa de librar con Luis Figo. Una pelea de pelotazos y paradas que sintetizó buena parte de la noche. El derby fue cosa de tipos duros: y para duros, el argentino y el portugués.
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Figo probó ayer que es uno de los hombres más obstinados de la plantilla del Madrid. Junto con Zidane jugaba su primer clásico madrileño, y, al igual que el francés, se lo tomó como algo personal. Si hubo dos futbolistas del Madrid inmunes a la adversidad del partido fueron éstos. Zidane estuvo en el origen de los dos goles madridistas y Figo los definió con maestría ante uno de los porteros más carismáticos del campeonato.
Figo jugaba su partido 250 en la Liga española y estuvo en todas partes. En el primer gol, recibió un pase rápido de Salgado tras una jugada de Zidane. "Tuve suerte en el rechace", comentó, de su colisión con García Calvo; "y le pegué con puntería". Burgos se quedó clavado en el sitio viendo cómo la pelota se le ajustaba al palo derecho, el segundo palo para Figo.
En el segundo gol del Madrid, Burgos confesó que intentó distraer a Figo antes del penalti. "Le dije que me iba a tirar a la derecha", comentó el portero, riéndose. Figo amagó a la derecha y pateó a la izquierda. Gol.
En el segundo penalti, Burgos le volvió a decir a Figo que se tiraría a la derecha. "Fallé porque no aguanté lo suficiente", dijo en la SER el delantero. El chut dio en la nariz de Burgos, que se volvió a tirar a la derecha. El portero quedó aturdido. De haber marcado, el Madrid habría ganado el partido. El mérito de la parada, sin embargo, no se puede atribuir al método de distracción de Burgos. Al salir del vestuario Figo dijo: "Escuchaba que me comentaba cosas mientras acomodaba el balón, pero no entendía nada".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 20 de enero de 2003