La guerra interna por el control del PP gallego se agrava día a día y amenaza con situar frente al abismo al Gobierno de Manuel Fraga. Cinco diputados populares en el Parlamento autónomo se han declarado en rebeldía y advierten de que están dispuestos a ausentarse de la Cámara en tanto no sea destituido el secretario regional del PP, Jesús Palmou. Si consumasen su amenaza de plante, los rebeldes dejarían al Ejecutivo autónomo en minoría parlamentaria frente a la oposición. Los cinco diputados, todos de la provincia de Ourense, respaldan al que fuera delfín de Fraga, Xosé Cuiña, destituido el pasado jueves como consejero de Política Territorial de la Xunta con la anuencia de la dirección nacional del PP.
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La partida que empezaron a jugar durante el fin de semana los afines a Cuiña ha tensado la cuerda hasta el extremo y ha puesto al partido ante una situación crítica. Los rebeldes exponen sus demandas en cartas dirigidas a Fraga y al propio presidente del Gobierno, José María Aznar. Su contenido se mantiene en secreto, pero diversas fuentes populares han confirmado las principales demandas de los diputados orensanos. Exigen la destitución como secretario regional del partido de Jesús Palmou, a quien los partidarios de Cuiña responsabilizan de su caída y acusan de plegarse a las instrucciones del PP nacional. Los rebeldes pretenden arrancar de los líderes del partido un compromiso de que el PP regional no va a abdicar de los principios galleguistas que atribuyen a Cuiña y se va a respetar su autonomía de decisión.
Según las mismas fuentes, también reclaman explicaciones sobre la salida de la Xunta del que fuera delfín de Fraga, a quien éste forzó a dimitir tras difundir la Cadena SER que una empresa de su familia había vendido material para la limpieza del fuel en las playas. La rivalidad de Cuiña con algunos de sus compañeros en la Xunta y con la dirección nacional del PP se había enconado en las semanas anteriores por las diferencias de criterio sobre el modo de abordar la crisis del Prestige.
El grupo disidente ya envió ayer el primer aviso de sus intenciones. Uno de sus integrantes, Roberto Castro, es el portavoz popular en la comisión del Parlamento gallego que pretendía investigar el accidente del Prestige y ayer dejó plantados a sus compañeros. El PP alegó que sufría una gripe, pero, desde el día anterior, el portavoz popular en la Cámara, Jaime Pita, había intentado infructuosamente contactar con él.
Nadie de la dirección popular ni del grupo parlamentario ha podido tampoco comunicarse con los otros cuatro firmantes de la carta, todos muy vinculados al presidente del PP de Ourense, José Luis Baltar, el más incondicional aliado de Cuiña. Uno de ellos, José Manuel Baltar, es hijo suyo. A él y a Roberto Castro se han sumado los parlamentarios Miguel Santalices, María Jesús Caldelas y Maximino Rodríguez. De momento, ninguno de los parlamentarios de Lugo, aliados tradicionales de Cuiña, ni de Pontevedra, la provincia por la que fue elegido él mismo, se han sumado a la medida de fuerza.
Palmou tiene la confianza de la dirección nacional del PP, quien también le apoyaba para convertirse en una especie de número dos del nuevo Gobierno que Fraga nombró el pasado sábado. A última hora, algunos conselleiros convencieron al presidente para que excluyese a Palmou.
Al mismo tiempo que se hacía pública la lista del nuevo Ejecutivo gallego, los seguidores de Cuiña lanzaron una ofensiva contra Palmou para descabalgarle también de la dirección regional del PP. El renovado Gabinete de Fraga da así sus primeros pasos en una atmósfera de intrigas y sobresaltos. El presidente está ahora atrapado en un dilema. Si no cede ante los seguidores de Cuiña, puede peligrar su estabilidad parlamentaria cuando todavía le faltan tres años para acabar su mandato. Y en caso de aceptar sus demandas, se arriesga a deserciones en el Gobierno.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 22 de enero de 2003