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Crónica:Campeonato del Mundo | BALONMANO

España logra ser un equipo

Barrufet y Duishebáev, artífices del triunfo frente a Yugoslavia

Los mimbres estaban ahí pero era necesario encajarlos. Y eso ocurrió precisamente en el momento en que más falta hacía. España venció ayer a Yugoslavia en su mejor partido de este Mundial y demostró que está capacitada para luchar por medallas. El paso que dio el equipo de César Argilés fue más trascendente a nivel moral y psicológico, a nivel de reafirmación como primera potencia, que a nivel de resultados. España estaba casi clasificada para la segunda fase, pero ahora se asegura prácticamente la primera posición de su grupo y tendrá emparejamientos teóricamente más fáciles.

Ganar a Yugoslavia no es fácil para ningún equipo. España había perdido con este país cuatro de sus cinco últimos partidos. Fue una victoria importante, eso sí, porque supuso la medalla de bronce en los JJOO de Sydney. Pero Yugoslavia, campeón olímpico en Munich (1972) y Los Ángeles (1984) y campeón mundial en 1986, se había cruzado en el camino español tanto en el último Europeo de Suecia como en el último Mundial de Francia con resultado nefasto.

Ayer, sin embargo, la mejor Yugoslavia de los últimos años se topó con una España que por primera vez en este Mundial jugó como un equipo. Se vio a una selección cohesionada y predispuesta al compañerismo. Las estrategias, tanto en defensa como en ataque, no sólo se realizaban sino que además se comentaban. No fue extraño ver a Mateo Garralda haciendo comentarios técnicos a Duishebáev, y viceversa, después de alguna jugada de ataque. O era habitual que David Barrufet se acercara a Hombrados en el banquillo, tras los ataques de Yugoslavia, para desglosar los pormenores de la finalización.

Sin embargo, los esquemas apenas cambiaron. Desde que empezó el Mundial, el seleccionador español tuvo claro que el ataque adquiría más fluidez con la presencia de Duishebáev, mientras que Enric Masip realizaba un trabajo mucho más efectivo en defensa, robando balones y estorbando las circulaciones de balón como avanzado. Pero lo que también quedó patente es que España puede armar con facilidad dos equipos capaces de ofrecer un rendimiento similar en ataque. En el siete titular figuraron O'Callaghan y Hernández como extremos, Mariano Ortega y Entrerríos como laterales y Colón como pivote. Pero mediada la primera parte, pudo verse en pista a Antonio Ortega, García, Garralda y Romero sin que el equipo se resintiera.

Sólo un hombre permaneció intocable en los esquemas atacantes: Talant Duishebáev . Y en la portería David Barrufet. Ellos dos se convirtieron en los verdaderos artífices del espectacular cambio mental que se produjo en el equipo español. Porque en realidad, ese fue el elemento fundamental que provocó que, de golpe, todas las piezas comenzaran a encajar, se combinaran con fluidez y, como consecuencia, se cerraran los espacios y acabaran las lagunas defensivas. Barrufet les amargó la tarde a los lanzadores yugoslavos, realizando más de 15 paradas en momentos cruciales. Y Duishebáev estuvo genial en sus pases al pivote y buscando el espacio vacio en el área para que otros compañeros recogieran el balón en vuelo y marcaran. Ganó casi todos sus duelos de uno contra uno y se mostró más motivado que nunca.

Yugoslavia nunca se rindió y mantuvo su espíritu de lucha altísimo hasta el último minuto. Quedaba por ver cómo resolvería España los minutos finales bajo presión. Y esta batalla también se ganó cuando, tras una defensa presionante al hombre, Colón marcó el gol decisivo. Ganar a Yugoslavia fue un gran logro, porque ahí estaban algunos de los mejores jugadores del momento: Skrbic, Jovanociv, Prunicic, Lisicic, Lapcevic y el veterano portero Peric, que tuvo una actuación notable. El reto es ahora que España mantenga el listón al mismo nivel.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 24 de enero de 2003