Los papeles estuvieron en la jornada ayer cambiados. Hasta ahora, el equipo que salía temeroso y encogido a la pista, inseguro, sin soluciones de ataque y que no sabía decidir en los momentos cruciales era siempre España cuando se enfrentaba a la poderosa y temible selección de Yugoslavia. En esta oportunidad, sin embargo, ocurrió todo lo contrario.
España supo atacar mucho mejor las distintas variantes de la defensa yugoslava y, en defensa, jugó con agresividad, impidiendo que el ataque yugoslavo pudiera maniobrar por el centro con las combinaciones habituales de Jovanovic, Perunicic y Skrbic.
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En este aspecto, el trabajo llevado a cabo por Masip como defensa avanzado ha sido realmente muy bueno, porque casi todos los ataques intentaron resolverlos por el centro.
Para mí hubo tres hombres claves en el equipo español: Barrufet, Entrerríos y Duishebáev. La portería española estuvo muy bien cubierta por David, que mantuvo un porcentaje altísimo de paradas -esta vez fue el portero español el que más paró- de una forma muy regular durante todo el partido.
En el ataque, Duishebáev y Entrerríos fueron los hombres que siempre estuvieron tirando del equipo, con la intervención más esporádica de Iker Romero, cuando Entrerríos estuvo algo desconcertado.
Otro aspecto importante, es la forma cómo han vivido los jugadores del banquillo el partido. Desde que el equipo se ha distanciado un poco en el marcador en la primera parte, el banquillo español ha estado abrazándose y animándo a sus compañeros que estaban en la pista.
Hemos visto la mejor cara de España. Las dudas, en esta ocasión, las tuvo Yugoslavia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 24 de enero de 2003