Ariel Sharon volverá a ser primer ministro en Israel. Con el 99% de los votos escrutados la pasada madrugada, los resultados otorgaban una aplastante victoria de los nacionalistas, que logran 37 escaños sobre los 120 de la Cámara, mientras que en la legislatura saliente tenían 19. El gran perdedor es el Partido Laborista, que con 19 puestos, siete menos que antes, registra el peor resultado de su historia, aunque sigue siendo la segunda formación en el Parlamento. El partido laico Shinui -Cambio- se convirtió en la tercera fuerza parlamentaria, con 15 escaños, cuando hasta ahora tenía seis.
El triunfo del ex general Sharon y de su partido Likud se vio empañado ayer sin embargo, por un índice de abstención récord, 31,5%. "Ha sido una victoria histórica para el Likud y para Israel", aseguró ayer por la noche eufórico Sharon, en un discurso pronunciado desde el cuartel general del partido en Tel Aviv, mientras en el aire se mecían hermanadas las banderas blanquiazules de Israel y del Likud y los primeros recuentos oficiales de la noche confirmaba el triunfo de su formación.
Sharon efectuó desde la tribuna un llamamiento a la oposición -el Partido Laborista- para que colabore en la formación de un Gobierno de unidad nacional y reanude la alianza de los dos últimos años. El primer ministro anunció que invitará a los demás partidos sionistas a sumarse al Gobierno, es decir, prácticamente todos los que configuran el arco parlamentario, menos la minoría árabe.
"Las diferencias entre nuestros partidos", aseguró, "se quedan pequeñas frente a la amenaza del terrorismo asesino de las facciones palestinas y frente a la crisis económica que desgarra la sociedad israelí", anunció Sharon, dirigiéndose de nuevo a "todos" incluidos los laboristas, como si tratara de olvidar que momentos antes Amram Mitzna, desde la sede de los socialistas de la calle de Ayarkon en Tel Aviv, le había anunciado ya que no dará su apoyo a un Gobierno presidido por Sharon, y que oficialmente optaba por permanecer en el ostracismo y en la oposición.
"No es una vergüenza sentarse en la oposición. Recuerdo y prometo que la espera para nuestra llegada al Gobierno será corta. Sharon espera que le apuntalemos, pero lo que vamos a hacer es derrotarlo", recalcó Mitzna, con una sonrisa forzada, mientras a su lado, flanqueándolo, permanecían los barones del laborismo Simón Peres y Benjamín Ben Eliezer.
El mensaje de Mitzna, anunciando una cura de humildad para el laborismo israelí que ha sufrido la peor derrota en su historia, se puede sin embargo convertir en papel mojado en los próximos días, en cuanto se reú-na el Comité Central del Partido y se convoquen las elecciones primarias para nombrar un nuevo secretario general, tal y como establecen los estatutos. Éste será el momento propicio para que los halcones del laborismo, los que propugnan la colaboración con el Likud, se hagan con el poder y pacten con Sharon.
El triunfo del Likud fortalece la derecha en el Parlamento, que consigue así formar un bloque de entre 65 a 68 escaños. Pero en contra la derrota del laborismo arrastró ayer al resto de los partidos israelíes implicados en el Proceso de Paz, especialmente el partido laico Meretz, que perdió la mitad de sus diputados, pasando de diez a siete. El bloque de la paz queda reducido en la Cámara a 35 diputados en total.
En medio del terremoto electoral ayer de Israel, emergía un nuevo centro; el partido Shinui -Cambio- que lidera el periodista Tomy Lapid, quien logró alcanzar los 15 escaños, nueve más que los obtenidos en las anteriores votaciones. Esta formación que propugna un fundamentalismo laico se ha convertido en la punta de lanza de un enfrentamiento con los partidos ultrarreligiosos, a los que quiere desposeer de todas sus prebendas y ayudas. Su posición con respecto al conflicto palestino es ambigua y confusa, como el resto de su ideología.
"Desempeñaremos un papel importante en dar forma al próximo Gobierno", se atrevía a anunciar Lapid, olvidándose que su radicalismo antirreligioso, su odio a la formación integrista judía Shas, y su demagogia en definitiva, provoca la permanente desconfianza de los partidos tradicionales, aunque trate de erigirse en defensor y caudillo de la clase media.
Cansancio del electorado
El factor más inquietante de las elecciones fue el índice de abstención, el 31,5%. Es el más elevado en la historia electoral de Israel. Según los expertos es el fruto de un cansancio elocuente. Desde 1988 ningún Gobierno israelí ha finalizado el mandato electoral de cuatro años. En los últimos siete años la población ya sido llamada en cuatro ocasiones a las urnas. El Gobierno saliente de Ariel Sharon ha durado menos de dos años. Y si por todo ello no fuera suficiente los expertos auguran que Israel volverá pronto a votar.
"Es la fatiga del voto. En gran parte esta abstención está provocada por el cansancio. La gente dice que cuando nacieron les prometieron votar cada cuatro años. Y ahora resulta que tienen que votar cada dos", diagnosticaba ayer con ironía el juez Michael Cheslin, miembro del Tribunal Supremo de Jerusalén y responsable del Comité Central Electoral, tratando de explicar a la prensa las razones del elevado índice de abstención.
[El negociador palestino Saeb Erekat estimó que la victoria de Sharon amenazaba con provocar un aumento de la violencia, informa France Presse. "Las cosas van a ir de mal en peor, se congelará el proceso de paz y la situación va a deteriorarse cada vez más", manifestó. Sin embargo, fuentes del Likud citadas por el diario Haaretz dijeron que Sharon podría ofrecer un inmediato regreso a las negociaciones con los palestinos para atraer a los laboristas a un Gobierno de unidad nacional].
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 29 de enero de 2003