El Mallorca abochornó al Madrid en un partido que abre preguntas sobre la consideración que les merece la Copa a algunos clubes, sobre la solvencia de los suplentes del equipo de Del Bosque, los pavones y los que no lo son. El Madrid estuvo al borde de una catástrofe con escasos precedentes. Recibió tres goles en el primer tiempo, pocos en realidad para el número de ocasiones de su rival, que salió en tromba, marcó muy pronto y arrolló sin miramientos. Jugó con energía y bastante clase, con dos jugadores a la cabeza de la exhibición, Ibagaza y Eto'o, que dejaron en evidencia a los tiernos defensas y centrocampistas del Madrid.
MALLORCA 4 - REAL MADRID 0
Mallorca: Leo Franco; Cortés, Niño, Lussenhoff, M. Soler; Novo, Lozano (Robles, m. 76), Ibagaza (Marcos, m. 63), Riera; Pandiani y Eto'o (Carlos, m. 70). Real Madrid: César; Miñambres, Helguera, Pavón, Raúl Bravo; Celades, Cambiasso (Morientes, m. 65); McManaman, Raúl, Zidane (Solari, m. 46); y Portillo. Goles: 1-0. M. 8. Niño cabecea y el balón rebasa la línea pese al despeje de Miñambres. 2-0. M. 31. Jugada de Ibagaza, que da un espectacular pase al hueco a Eto'o, quien desde el punto de penalti marca. 3-0. M. 36. Riera cede en corto a Soler, éste da el pase de la muerte a Eto'o, que empuja. 4-0. M. 49. Combinación entre Ibagaza y Novo que culmina Pandiani de fuerte disparo. Árbitro: Téllez. Amonestó a Raúl Bravo. Unos 20.000 espectadores en Soin Moix.
Del Bosque decidió hace tiempo que la Copa no merece un sobreesfuerzo, quizá apoyado por el recuerdo de la pasada edición. El Madrid, que se vació en una dura eliminatoria con el Athletic y perdió la final frente al Deportivo en el Bernabéu, sufrió las consecuencias en la recta final de la Liga. Perdió demasiada gasolina por el camino y terminó distraído. Esta vez el gasto ha corrido a cargo de los suplentes, cuyo crédito está muy lastrado desde ayer.
La decisión de Del Bosque tiene miga porque afecta a ciertas obligaciones de un club que no se puede permitir dejaciones, y ésta lo pareció de forma flagrante. Del resultado y de la forma de producirse hay una lectura muy dañina para ciertos jugadores. No para McManaman o Celades, cuyo ciclo en el club está terminado y a los que apenas se recordará, sino para los jóvenes de la cantera, que fracasaron de forma alarmante. Desde ahora los aficionados les verán con sospecha, pues legítimamente se puede pensar que no están a la altura de lo que se espera de los jugadores del Madrid. Es cierto que jugaron Helguera, Zidane y Raúl, pero el partido servía para medir a otros, a los que no juegan, a los aspirantes, al proyecto que pretende el club con los jóvenes. El partido fue un golpazo para todos ellos.
El destino del Madrid quedó sellado en los primeros minutos, suficientes para determinar la diferencia entre los dos equipos. El Mallorca jugó con una intensidad extraordinaria, convencido de que estaba ante una oportunidad única de hacer camino hasta la final de la Copa. Al Mallorca le iba la vida en el partido. Apretó en todos los sentidos: para presionar a los asustados defensas del Madrid, para jugar con rapidez y verticalidad, para enviar un contundente mensaje a su adversario. No hubo respuesta. Todas las líneas madridistas quedaron destruidas en el arranque del encuentro. El gol de Niño, un cabezazo sin oposición que encontró a Miñambres dentro de la portería como si allí pintara algo, sólo sirvió para certificar la defunción del Madrid. Todo lo que siguió fue una exhibición del Mallorca, que sólo dudó unos minutos tras lograr el tanto.
La necesidad de buscar el empate dejó al Madrid expuesto a la velocidad de Eto'o y a la sabiduría de Ibagaza, un jugador estupendo al que traiciona el físico. Es tan pequeño y liviano que parece un centrocampista de bolsillo. No es verdad: es un jugadorazo. Creativo, listo, habilidoso, Ibagaza interpreta perfectamente en el Mallorca el papel de director de orquesta. Las jugadas mejoran sustancialmente cuando pasan por él, y de ello puede dar fe el Madrid, que sufrió un calvario frente al centrocampista argentino.
Por si acaso, hubo otro jugador decisivo en la goleada. Fue Eto'o en su mejor versión, la de delantero supersónico. Su velocidad pareció mayor frente a la pesadez de los centrales madridistas. Como las situaciones de mano a mano con los defensas fueron constantes, sólo era cuestión de tiempo que Eto'o se impusiera en alguna contra. Un error de Helguera permitió el segundo tanto; de Eto'o, por supuesto.
Desde ese instante el partido fue un perfecto monólogo del Mallorca, que se dio un festín aunque le faltaron los goles que mereció. Ibagaza siguió imparable y el resto le secundó ante la mirada atónita de los jugadores del Madrid, que no veían la hora de que terminara un encuentro que abrirá una herida más profunda de lo que podían imaginar Del Bosque y los dirigentes del club.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 30 de enero de 2003