"Ésta es una historia de amor con el público, que espero no se acabe nunca", dijo anoche un emocionado Pedro Almodóvar. "Hoy estoy muy contento de ser europeo", añadió. La vigésima octava edición de los Premios César, el equivalente francés de los Oscars de Hollywood o los Goya españoles, coronó ayer Hable con ella, de Almodóvar, como mejor filme comunitario de 2002. Es un reconocimiento honorífico que viene a ratificar una excelente carrera comercial, no en vano la película ha sido vista en Francia por 2.121.233 espectadores, un éxito superior al obtenido en el mercado español y el mayor hasta ahora logrado por el cineasta español al otro lado de los Pirineos.
"Ésta es una historia de amor con el público que espero no se acabe nunca", dijo Almódovar
La gran vencedora de la noche, desde el punto de vista de la industria francesa, fue El pianista, de Roman Polanski, que fue premiada en siete categorías: mejor película, mejor director, mejor actor (Adrien Brody), decorado, música, fotografía y sonido. Los profesionales repararon así la relativa frialdad de la acogida del público (1.463.000 entradas) y desmintieron el supuesto chovinismo con que se quiere desprestigiar la defensa de la llamada excepción cultural: El pianista ha sido rodada en inglés. Y ese aceptar como propio o secundario un idioma extranjero a la hora de definir la calidad de una película volvió a darse con Amen, de Constantin Costa-Gavras, que ganó el César al mejor guión a pesar de también haber sido escrito en inglés.
La noche tuvo otros vencedores, como el filme Se souvenir des belles choses, de Zabou Breitman, para el que fueron el reconocimiento a la mejor primera película, el mejor actor secundario (el veterano Bernard Le Coq) y la mejor intérprete femenina (la formidable Isabelle Carré). El documental Être et avoir, la gran sorpresa del año, con sus 1.627.000 espectadores, centrado en el trabajo de un profesor rural, obtuvo el galardón al mejor montaje, mientras que la joven Cécile de France era reconocida como la revelación femenina del año por Una casa de locos, de Cedric Klapisch.
La gran derrotada fue 8 mujeres, de François Ozon, que era candidata seleccionada para 12 categorías y no ganó ninguna, mientras que otros títulos como Embrassez qui vous voudrez monsieur Batignolle o Astérix et Obelix: mision Cléopatra fueron distinguidas a través de una estatuilla cada una, la de la mejor actriz secundaria para Karin Viard, la del actor revelación para Jean Paul Rouve y el del vestuario, respectivamente.
Los César de 2003 han estado marcados por la ausencia del presidente de la Academia del Cine francés, el productor Daniel Toscan du Plantier, fallecido el pasado día 11. Toscan era uno de los grandes impulsores de este galardón comunitario y de la iniciativa de hacerlo extensivo a las distintas academias nacionales, ya adoptada por España e Italia. Toscan, en una entrevista concedida pocos días antes morir, comentaba así el impacto que le había causado asistir a la gala de los Goya: "En Madrid todo el mundo gritaba No a la guerra mientras la ministra del Gobierno Aznar quería su butaca se la tragase. Hay ahí una gran diferencia: el cine español es un elemento marginal de su sociedad mientras que el francés tiene trato de patrimonio nacional, un reconocimiento social, político y económico".
Como cada año, hubo unos César de Honor. Han sido para Bernadette Lafont, actriz que está en el origen de la nouvelle vague, pues hizo las primeras películas de François Truffaut, Claude Chabrol, Costa-Gavras o la mítica La maman et la putain, de Jean Eustache, y para una enorme actriz estadounidense, Meryl Streep, que acaba de superar a Katharine Hepburn en el número de candidaturas para los Oscar. Los franceses, al premiar a Streep, desean rendir homenaje a una generación de adultos, que no han hecho sólo cine de entretenimiento o de gran espectáculo, sino que han sabido ganarse la atención del público con melodramas como Los puentes de Madison, cintas políticamente comprometidas como Silkwood o de gran ambición artística como Manhattan.
El tercer César de Honor ha sido para el cineasta Spike Lee, comprometido en dar una imagen distinta de EE UU y su manera de tratar las cuestiones raciales. Lee dijo: "Estoy muy satisfecho de estos días en Europa, en Berlín, Roma y París, porque he podido comprobar que no existe antiamericanismo, sino una reacción en contra de la política del presidente Bush".
Los tres rostros del honor
Como cada año, también ha habido unos César de honor, al margen, pues, de la estricta actualidad y del voto de los miembros de la Academia. Han sido para Bernadette Lafont, actriz que está en el origen de la nouvelle vague, pues hizo las primeras películas de François Truffaut, Claude Chabrol, Costa-Gavras o la mítica La maman et la putain, de Jean Eustache, y para una enorme actriz estadounidense, una Meryl Streep que acaba de superar a Katharine Hepburn en el número de selecciones para el Oscar. Los franceses, al premiar a Streep, desean rendir homenaje a una generación de profesionales adultos, que no han hecho sólo cine de entretenimiento o de gran espectáculo, sino que han sabido ganarse la atención del público con melodramas como Los puentes de Madison o Kramer contra Kramer, cintas políticamente comprometidas como Silkwood, de gran ambición artística como Manhattan, The deer hunter o The french lieutenant's woman o que exigen de ella un esfuerzo extraordinario como Music of the heart.
El tercer César de honor ha sido para el cineasta Spike Lee, comprometido en dar una imagen distinta de EE UU y su manera de tratar las cuestiones raciales. Lee dijo estar "muy satisfecho de estos días en Europa, en Berlín, Roma y París, porque he podido comprobar que no existe antiamericanismo, sino una reacción en contra de la política del presidente Bush. Como americano, he sido bien aceptado en todas partes y me emocionó participar en la gran manifestación pacifista de Roma".
La ceremonia de la entrega de premios hermanó también en el homenaje al ya citado Toscan du Plantier y al cineasta Maurice Pialat. Toscan produjo 7 de los 10 largometrajes de Pialat y los dos hombres murieron con un mes de intervalo. Es más, Toscan, en los funerales de Pialat, al ver cómo toda la profesión acudió a ellos a pesar de la fama de malhumorado que acompañaba al director, no pudo evitarse un comentario que luego ha adquirido otro tono: "Para mis funerales quiero un reparto idéntico". Nadie le falló.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 23 de febrero de 2003