Salió el Real Madrid del túnel de vestuarios, miró al suelo y encontró una enorme alfombra roja. Le esperaba una noche de fiesta, muy carnavalesca y, desde luego, poco relacionada con un partido de alta competición, de una Liga que presume de altos vuelos. El Alavés fue de nuevo el muñeco que se encuentran todos los grandes esta temporada. Le propuso al Madrid un partido de guante blanco, de exhibición. Un entrenamiento. Y en eso, con metros por delante y sin ninguna patada que les desconecte del espectáculo, las figuras de Del Bosque se sienten como pez en el agua.
ALAVÉS 1 - REAL MADRID 5
Alavés: Dutruel; Geli, Karmona, Abelardo, Llorens; Edu Alonso (Ibom Begoña, m.60), Turiel, Tomic, Magno, Jordi Cruyff (I.Alonso, m.72); y Rubén Navarro.
Real Madrid: Casillas, Salgado, Pavón, Helguera, Roberto Carlos; Flavio, Cambiasso (Guti, m.74), Miñambres, Zidane (Celades, m.76); Raúl y Ronaldo.
Goles: 0-1 M. 11. Bicicleta de Ronaldo, que termina con un gran tiro cruzado.
0-2. M. 35. Raúl, tras fallo de Dutruel.
0-3. Nueva bicicleta de Ronaldo, que marca de y tiro por bajo.
1-3. M. 75. Iván Alonso, de cabeza.
1-4. M. 77. Ronaldo, tras otra escapada.
1-5. M. 8. Raúl, a pase de Guti.
Árbitro: Turienzo. Amonestó a Celades y Turiel.
11.351 espectadores, poco más de media entrada en Mendizorroza.
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Al Alavés le afecta el peor mal que puede tener un equipo de su corte. No sabe a qué juega. Ha perdido el estilo que le hizo arrimarse a Europa y triunfar espectacularmente. Se le ha ido el espíritu. No entiende que con un grupo de futbolistas medianos sólo puede ganar a sus rivales, y más aún si se trata de todo un Real Madrid, haciendo peores a los futbolistas contrarios. Y en Vitoria, ningún madridista se sintió a disgusto; en todo caso, Cambiasso y Flavio. A ellos les tocaba marcar el son del partido, y se les fue de las manos. El juego no pasó por sus pies. No hubo centro del campo. Lo mismo dio.
El doble pivote fracasó, sobre todo antes de que llegaran los goles. Luego, se notó menos. Antes de la chirigota, el Real Madrid entró en una espiral absurda. Fueron sólo los diez primeros minutos, apenas una minucia, pero se encontró con que el Alavés presionó, achicó y no dejó sacar la pelota al Madrid. Fue el único atisbo de igualdad, que duró un suspiro.
En cuanto llegaron los goles, el Madrid se quedó solo. Gozaron todos menos Zidane, que lo suyo son los partidos serios, los compromisos, las ocasiones donde hay algo en juego, donde hay un rival enfrente, y no la feria. Ronaldo, en cambio, ya que este año se ha quedado sin ir al Carnaval de Río, pasó el rato lo mejor que supo. Como el día de su debut, también contra el Alavés, se hartó de abusar de la defensa albiazul. Practicó mucho fútbol y mucho ciclismo. En el primer gol, le hizo una bicicleta a Llorens. En el tercero repitió la misma jugada, con Abelardo como víctima. Tumbó a ambos. En el cuarto, no hizo falta que le diera al pedal porque ni siquiera tuvo a nadie ante sí. Sólo a Dutruel, que vivió otro día tormentoso.
Pero no fue Ronaldo el único que disfrutó. También lo hizo Raúl, que sólo podía elegir entre gozar de la noche o enfriarse por tanta superioridad. Él fue quien se echó atrás, quien tiró los pases ganadores, quien se ofreció y, con metros y metros a su alrededor, quien movió al equipo. Y también tuvo sus propios goles en un par de los incontables errores del Alavés. Casi ni los celebró, pese a que suponían superar el total de goles que lograra Hugo Sánchez con la camiseta del Madrid.
El caso es que el Alavés se vio desbordado por tantos flancos que no tuvo margen para nada. Mané quiso despistar tanto que terminó desbordado él, sus jugadores y el poco público que asistió a Mendizorroza, quizá porque el aficionado se temía un desenlace de este calibre. El entrenador que hizo del Alavés la mejor defensa de la Liga se enredó con la táctica. Amagó durante la semana con sacar al canterano Ochoa, después de que no jugara ni un minuto desde el partido del Bernabéu, hace ya una vuelta completa, y no lo hizo. Ensayó con cinco defensas durante la semana y salió con cuatro. Empezó el partido y sorprendió al colocar a Geli en la banda izquierda y a Llorens de interior. Pero pronto vio el desaguisado y rectificó. Intentó evitar el ridículo colocando a cinco defensas. El desastre táctico fue mayúsculo, como en el Camp Nou, como en Riazor, como en el Bernabéu...
En el descanso, el partido estaba absolutamente vendido, con dos goles en la casilla del Madrid y otra decena de ocasiones perdonadas. El Alavés no se enteró de que el Madrid disfrutaba con ese juego. Siguió concediendo espacios a Ronaldo y a Raúl. Nada de sobreesfuerzos. Pero hasta el Madrid se aburrió de tanto jolgorio, de jugar sin rival. Tuvo piedad y paró el partido, esperando a mejores oportunidades.
Con un panorama tan desolador, ni siquiera era cuestión de darle minutos a Portillo, el jugador de la semana. Del Bosque pensó que el delantero se merecía minutos de verdad, no los de ayer, y lo dejó en el banquillo, junto a Morientes. Sí entraron otros, como Guti. Apareció en lugar de Cambiasso, cuando el argentino cayó lesionado y, aunque éste intentó volver, Guti se anticipó en el cambio. Tuvo tiempo, poco, pero también lo aprovechó. Metió un pase a Raúl en el gol que cerró la noche.
El Madrid no quiso abusar, pero se lo dejaron tan claro que así quedó escenificado cuando se permitió el lujo de acabar el partido con diez. Helguera, lesionado, se retiró cojeando a falta de cuatro minutos para el final. Para entonces, lo mismo había hecho buena parte del público de Mendizorroza. Para carnavales, ya había suficiente en la calle.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 2 de marzo de 2003