La expectación, en gran parte artificial, que había provocado la votación secreta en el Congreso de dos proposiciones sobre la guerra de Irak quedó en nada a las 22.15. La propuesta del PP fue aprobada con 183 votos a favor -ni una sola deserción- y 164 en contra; es decir, los votos de toda la oposición, excepto los de tres diputados ausentes: Marisa Castro (IU), Zoila Riera (CiU) y Joxe Joan González de Txabarri (PNV). En la propuesta de la oposición, el PP mantuvo sus 183 votos para tumbar la iniciativa y se encontró con un voto de regalo cuyo origen ignoraba ayer todo el Parlamento. Los resultados se acogieron con aplausos en las filas del PP, que corearon el nombre de ¡Felipe, Felipe!, atribuyéndole con sarcasmo el voto tránsfuga.
Rajoy subió por sorpresa a la tribuna e intentó forzar el cuerpo a cuerpo con Zapatero
Guardans (CiU) sugirió a los populares: "Voten en blanco, y se irán tranquilos a casa"
El segundo empeño de la oposición de presentarse unida en el Parlamento frente a la postura del Gobierno en el conflicto de Irak fue respondido por el Ejecutivo con las mismas armas que el pasado 11 de febrero: nada más terminar su intervención el portavoz socialista, Jesús Caldera, el vicepresidente primero del Gobierno, Mariano Rajoy, subió por sorpresa a la tribuna -el reglamento del Congreso permite al Ejecutivo intervenir en un debate casi como quiera y cuando quiera- en un intento claro, casi grosero en términos parlamentarios, de proyectar una imagen de corte de la oposición y protagonizar un enfrentamiento exclusivo con el Grupo Socialista.
Los seis grupos de la Cámara que conforman la oposición -lo que el portavoz del Grupo Popular, Luis de Grandes, denomina sarcásticamente "el consorcio opositor"- habían firmado una proposición no de ley en la que pretendían que el Congreso instase al Gobierno a que "rectifique su posición ante la crisis de Irak" y se intente por todos los medios "una solución pacífica". El Grupo Popular había presentado otra, en la que sustancialmente el Congreso de los Diputados "reconoce y respalda plenamente" toda la política del Ejecutivo ante la crisis de Irak.
Defendidas una y otra por Gustavo de Arístegui (PP) y Jesús Caldera (PSOE), respectivamente, Rajoy subió a la tribuna y, después de repetir por enésima vez los argumentos que dibujan al régimen de Sadam Husein como una tiranía inaceptable, hizo un viraje brusco y entró directo a una apelación machacona dirigida al líder de la oposición, José Luis Rodríguez Zapatero, buscando el cuerpo a cuerpo y provocándolo expresamente para que subiese a la tribuna a responderle sobre una pequeña batería de preguntas que le propuso.
Rajoy consiguió algunos objetivos: logró crispar a la oposición y, desde ese momento, el hemiciclo se convirtió durante un buen rato en un guirigay de gritos, con coro de la oposición entonando repetidas veces "¡no a la guerra, no a la guerra!". Rajoy volvió a mostrarse como un maestro en el manejo de las artes parlamentarias. Las malas artes, sin duda, para la oposición. Caldera le dijo que había usado "argumentos provocadores"; Felipe Alcaraz (IU) habló de "filibusterismo parlamentario" y de "fraude de ley con el Reglamento"; Iñaki Anasagasti (PNV) puso por delante que el vicepresidente no había querido debatir con todos los grupos y que el suyo era un intento de "reventar el debate". No le faltaba razón al portavoz nacionalista vasco, aunque sólo fuese porque terminada la réplica de Rajoy a Caldera el hemiciclo se vació hasta que comenzó la votación.
Las dos proposiciones sobre Irak se votaron mediante papeleta en urna; es decir, con carácter secreto. Eso permitió que Caldera pidiese "un voto en conciencia" y asegurase que "caerá sobre las conciencias" del Grupo Popular todo lo que se derive de la votación de ayer. Además, Caldera se defendió de la acusación de los populares, que se habían quejado de que la votación secreta pretendía debilitar o dividir al Grupo Popular.
Rajoy apenas se refirió a Caldera en su intervención. Se enganchó a la figura de Zapatero y le retó a que contestase desde la tribuna. Le pidió, por ejemplo, que dijese cuál hubiera sido, en su opinión, la reacción de Sadam Husein si todos hubieran seguido el criterio del PSOE. Le pidió que manifestase su postura sobre si Husein hubiera dado un solo paso para el desarme con la seguridad de que la comunidad internacional, en pleno, había renunciado a la guerra.
Rajoy emplazó con insistencia y dureza a Zapatero: "Usted tiene obligación de responder aquí a estas preguntas". En ese momento arreciaron los gritos y las protestas. El vicepresidente jugó con la situación desde la tribuna, con largos silencios, a la espera de que amainase el temporal, y repitiendo una y otra vez "¿sabe por qué tiene obligación de responder?", hasta que la presidenta, Luisa Fernanda Rudi, logró aquietar las voces. En ese momento, Rajoy concluyó: "Tiene obligación de responder no porque se lo pregunte yo, sino porque la opinión pública tiene derecho a conocer sus posiciones".
La apelación a la conciencia que había hecho Caldera sí fue contestada por el vicepresidente. Tachó la petición de votación secreta de intento "burdo, ridículo y mezquino", ya que para él era un intento de dividir al PP, aunque, dijo, "los ciudadanos tienen derecho a saber lo que va a votar cada uno de los 350 diputados".
Pese a la insistencia de Rajoy, Zapatero no subió al estrado. El guión se desarrolló según lo previsto y le replicó Caldera para decirle que había actuado como si se tratase "de una interpelación a un presidente del Gobierno". Anunció que será hoy cuando Zapatero responda a Aznar en el pleno que volverá a debatir sobre Irak.
Ignasi Guardans (CiU) retomó la idea del voto en conciencia y lanzó una "sugerencia" al PP: "Voten en blanco [su proposición no de ley] y se irán tranquilos a casa".
Felipe Alcaraz (IU) dio por hecho que no habría ruptura de voto en los populares, pero les auguró que desde anoche se convertían en "el partido más férreamente unido de Europa en torno a la guerra" y que, aunque con legitimidad, por su mayoría absoluta, representan a 10.300.000 votantes, mientras que la oposición suma 11.700.000.
José Carlos Mauricio (Coalición Canaria) acusó al PP de romper las líneas maestras de la política exterior española que se ha construido a lo largo de los 25 años de democracia.
Tras las votaciones, en las filas del PP se vivía un ambiente de euforia. Ya en los pasillos, diputados y ministros, entre ellos el vicepresidente segundo, Rodrigo Rato, seguido muy de cerca en las risas por el titular de Interior, Ángel Acebes, celebraban la victoria con cierto sarcasmo. La principal chirigota giró en torno al voto de un parlamentario de la oposición de apoyo a la propuesta del PP. "Ha sido Felipe González, es de los nuestros, es un hombre de Estado, el más listo", ironizaba Rato. "La quinta del 91 está desolada", seguía la broma, en alusión a la guerra del Golfo, el portavoz parlamentario, Luis de Grandes.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 5 de marzo de 2003