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FÚTBOL | Partidos de vuelta de los cuartos de final de la Copa de la UEFA

Un sueño arruinado

El Málaga, eliminado por penaltis ante un Boavista al que se le escamoteó un gol en la prórroga

El fútbol no sólo es cruel, sino también paradójico. Cruel fue anoche con el Málaga, que perdió su condición de invicto en Europa y, lo que es peor, quedó eliminado: un precio demasiado caro, carísimo, para la única derrota sufrida. Y paradójico, porque el Boavista, como en el turno precedente, contra el Hertha, se encontró la recompensa cuando el encuentro ya agonizaba y el equipo español, que había desperdiciado en el primer tiempo su talento superior al no ser capaz de exhibir su personalidad, se había acomodado al fin y parecía tener el lance bajo control. Pero Luis Cláudio, en un golpe franco lanzado con toda su alma, arruinó sus expectativas. Las arruinó porque, aunque en la prórroga el árbitro no vio cómo Contreras se introducía con el balón en sus manos por la fuerza de la inercia tras detener con apuros un centro-chut de Silva, el cara o cruz de los penaltis le fue esquivo.

BOAVISTA 1 - MÁLAGA 0

Boavista: Ricardo; Martelinho, Turra, Éder, Mário Loja; Jocivalter (Goulart, m. 60), Anunciação, Pedrosa (Santos, m. 92), Jorge Couto (Luis Cláudio, m. 18); Duda y Silva.

Málaga: Contreras; Josemi, Litos, Fernando Sanz, Roteta; Miguel Ángel, Bravo; Manu, Sandro (Canabal, m. 65), Musampa (Leko, m. 97); y Darío Silva (Dely Valdés, m. 69).

Gol: 1-0. M. 83. Falta centrada, casi al borde de la media luna, que Luis Cláudio clava en la escuadra izquierda.

Árbitro: Veissièrre (Francia). Amonestó a Anunciação, Miguel Ángel, Luis Cláudio, Manu, Josemi, Turra, Darío Silva, Silva y Santos.

Unos 8.500 espectadores en el estadio Do Bessa. Igualada la eliminatoria por el 1-0 de la ida, se disputó una prorróga y posteriormente se procedió al lanzamiento de penaltis, en los que venció 4-1 el Boavista.

Joaquín Peiró, el técnico del Málaga, fue prudente. Aunque tuviera que sacrificar de entrada precisamente al mejor extranjero de la historia del club en la Primera División, Dely Valdés, con sus 96 partidos y sus 35 goles, planteó el mismo esquema que tan buen resultado le dio en Atenas, frente al AEK (0-1), en la eliminatoria anterior: un 4-2-3-1 en vez de su clásico 4-4-2. Darío Silva, sancionado, fue entonces ausente forzoso. Pero ayer le correspondió a él ser quien incordiara en la punta y procurase la apertura de huecos para las penetraciones de sus compañeros de atrás. Los otros dos cambios eran obligados por las lesiones de Valcarce y Gerardo y el castigo que pesaba sobre Romero. Al primero le sustituyó Roteta, desplazándose desde el centro de la defensa al lateral izquierdo para ceder su sitio habitual al ex boavistero Litos; al segundo, Miguel Ángel, y al tercero, Bravo. La prevalencia del sistema, pues, sobre los jugadores.

Sin embargo, eso quedó claro desde el principio, el Boavista no era el AEK. El conjunto portugués, que este año celebra su centenario, se mostró mucho más agresivo que el griego. Agresivo, en los dos sentidos. En el deportivo, porfiando por cada balón y tratando siempre de llegar al área de Contreras por el camino más recto y rápido. Y en el violento, porque no vaciló en enseñar sus tacos a sus rivales en un intento de intimidarles. Con lo uno y con lo otro, lo cierto es que el Málaga no se asentaba, no tomaba las medidas a su adversario. Las descolocaciones y las imprecisiones se sucedían y Jocivalter y Duda dispusieron pronto de ocasiones propicias que, por fortuna para el cuadro español, no concretaron. Viendo lo visto, incluso Jaime Pacheco, el entrenador del Boavista se apresuró a potenciar más su ataque con la permuta de Jorge Couto por Luis Cláudio. Era evidente que su idea era ir por todas sin más especulaciones.

Así las cosas, el Málaga se sentía en el alambre, en la cuerda floja. No tenía la pelota y cuando uno no la tiene... Un gol del Boavista podría suponer su caída a la lona sin red. Sin red, porque, a diferencia de la noche ateniense, su capacidad para desplegarse, tan presionado como estaba por su oponente, se antojaba más que dudosa, prácticamente nula, a pesar de su buena voluntad. Sin peso específico, en definitiva, lo único con lo que podía contraargumentar era con su entrega plena, con su fajarse continuo, con su cierre de espacios y con su pelea por cada rebote. Los atributos del corazón más que los de la cabeza. ¿Serían suficientes? Contreras, rechazando con una estirada un tiro envenenado de Luis Cláudio tras una veloz carrera, contribuyó a que la incógnita permaneciera en el aire al término del primer periodo, en el que, ya al final, Darío Silva disparó alto en la primera aproximación peligrosa de los blanquiazules a Ricardo.

Era obvio que había que estirarse algo. El Málaga no podía seguir jugando tan encogido. Peiró debió de decirlo muy alto en el vestuario. Por eso sus jugadores afrontaron la segunda mitad con otro talante. Así, ganaron terreno, se apoyaron y combinaron más y enseguida Manu, en un remate cruzado a la salida de un saque de banda, saludó de cerca el poste derecho de la portería de Ricardo. Las entradas más tarde de Canabal, por Sandro, y de Dely Valdés, por Darío Silva, marcado no sólo por Paulo Turra, sino también por un árbitro enamorado de las tarjetas, eran toda una declaración de propósitos: había que entretener al Boavista en su terreno, había que respirar. Y, aunque siempre con el miedo en el cuerpo, el Málaga y sus entusiastas aficionados fueron poco a poco respirando mejor y llegaron casi a cantar la victoria en un buen remate de Bravo. Pero Luis Cláudio les cortó el aliento en seco cuando ya se las prometían felices. Lástima.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 21 de marzo de 2003