El presidente regional del Partido Popular, Josep Piqué, remitió ayer una carta al presidente del Parlament de Catalunya, Joan Rigol, solicitando para el PP "amparo" de la Cámara a favor de sus "legítimos derechos como grupo parlamentario, como partido y como ciudadanos". La carta de Piqué comienza afirmando que en las últimas semanas, "y de manera especial en los últimos días", el PP de Cataluña "se ve sometido a la intimidación como consecuencia de las distintas manifestaciones ciudadanas en torno al conflicto de Irak".
En el texto, el dirigente popular señala que los militantes y parlamentarios del partido no pueden asistir a actos públicos "sin correr peligro de agresiones" y asegura que el partido ha suprimido convocatorias "ante los hechos de intimidación y en algunas ocasiones violencia". Piqué explica que las fuerzas de seguridad han recomendado al partido que no celebre actos y que algunas sedes del PP, en referencia a la de Barcelona, "han tenido que ser cerradas y desalojadas por la presión y agresión de los manifestantes".
Piqué entiende que "esta sistemática intimidación" a los miembros y representantes del PP "vulnera" derechos constitucionales y recuerda que el partido cuenta con el 10% de los votos en Cataluña, por lo que el Parlament debe "defender los principios de libertad de pensamiento, expresión y opinión de todos los grupos de la Cámara".
Por otra parte, estudiantes de Ciencias de la Universidad Autónoma de Barcelona, un millar de ellos a juicio de la Guardia Urbana, efectuaron ayer por la tarde un cacerolazo frente a la sede de la Bolsa de Barcelona. Los universitarios se dirigieron luego en manifestación hacia la sede del PP en la calle de Urgell y el edificio del consulado de Estados Unidos. Los participantes en el cacerolazo cortaron a su paso el paseo de Gràcia, las calles de Aragó y Urgell, las avenidas Diagonal y de Sarrià, y subieron por Major de Sarrià hasta Reina Elisenda, donde encontraron el consulado fuertemente custodiado por vehículos policiales. La marcha, precedida por una pancarta en la que se podía leer Capitalismo: guerra cotidiana, transcurrió en un ambiente festivo y entre los aplausos de vecinos que se asomaban a los balcones a su paso.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 25 de marzo de 2003