El Ejército de EE UU intensificó ayer sus bombardeos sobre Nayaf, pero el asalto a la ciudad iraquí se complicaba para los soldados norteamericanos, atrapados precisamente en el tipo de combate urbano que los mandos militares pretendían evitar. La artillería y la aviación estadounidense bombardeaban objetivos militares a escasos 800 metros de uno de los lugares sagrados de los musulmanes shiíes, la tumba de Alí, yerno del profeta Mahoma. Según la información de que dispone el Ejército de EE UU, hay en la ciudad entre 1.400 y 2.100 combatientes iraquíes, pertenecientes a las milicias Al Quds (Jerusalén) y fedayin de Sadam.
Comandos de las Fuerzas Especiales que operan cerca de Nayaf explicaron que los fedayin están haciéndose fuertes en la tumba de Alí, y que disparan con lanzagranadas, morteros y armas automáticas desde las estrechas callejuelas y barrios adyacentes al lugar santo, situado junto a un mercado. "Es una madriguera de conejos", dijo un oficial estadounidense.
MÁS INFORMACIÓN
Los defensores iraquíes atrincherados en la tumba de Alí constituyen no sólo un problema táctico, sino un enorme desafío político para las fuerzas de EE UU. Los mandos estadounidenses temen que la operación sea un presagio de los combates que sus tropas tendrán que librar en las zonas urbanas camino de Bagdad. Los oficiales norteamericanos han intentado hasta el momento minimizar los llamados daños colaterales aunque se desconoce el número de víctimas civiles en Nayaf, situada a 150 kilómetros al sur de Bagdad y donde viven más de medio millón de habitantes.
Línea de suministro
La 101ª División Aerotransportada ataca Nayaf desde el norte y el sur con el objetivo de asegurar las líneas de suministro de EE UU en la ruta de Bagdad. El lunes, aviones F/A-18 de la Marina estadounidense bombardearon una zona arbolada situada al pie de la montaña en la que se asienta la ciudad, oscureciendo con un denso humo negro la cúpula de la mezquita donde se halla la tumba de Alí.
El coronel Ben Hodges, comandante de la primera brigada de la 101ª, señalaba hacia la zona arbolada mientras decía: "No tenemos presión de tiempo... Hay aldeas ahí, así que no podemos actuar indiscriminadamente. Pero estamos apurando más de lo que hubiéramos hecho hace dos semanas". Sentado en el capó de un vehículo de transporte, un oficial de las Fuerzas Especiales le decía a un superior: "Señor, no queremos una guerra de desgaste, pero la estamos teniendo".
[Ayer, helicópteros Apache y Kiowa de la 101ª atacaron la ciudad por tercer día consecutivo, informa la agencia France Presse.]
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 2 de abril de 2003