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GOLF | Masters de Augusta

Los desastres de Tiger Woods

El gran favorito se hundió de entrada, con un 'doble bogey' en el tercer hoyo, e hizo su peor resultado en el torneo como profesional

El desafío que le esperaba no era pequeño. Ningún golfista en la historia había ganado tres Masters consecutivos, ninguno había ganado un Masters haciendo una primera ronda de más de 75 golpes (Woods hizo 76), ninguno había remontado más de ocho golpes en las dos últimas rondas (Woods debía remontar 11), y, desde 1991 todos los ganadores del Masters habían jugado en el último partido del último día (Woods jugaba en el tercero). Y, por si eso fuera poco, Woods nunca había sido capaz de ganar un grande en el que no hubiera empezado la última jornada como líder: en el Open Británico del 98 no pudo superar a O'Meara, ni a Payne Stewart en el Open de Estados Unidos del 99, ni a Rich Beem en el PGA de 2002. La gente leía la lista y decía: ¿Y qué?, estamos hablando de Tiger Woods; Tiger Woods no está ligado por la historia, Tiger Woods escribe la historia todos los días.

Tiger Woods volvió a escribir la historia ayer, pero no en el sentido que esperaba. El compañero de partida de Olazábal terminó el Masters con +2, su peor resultado desde que es profesional.

Y, sin embargo, el día había empezado para él tal y como el mundo esperaba y como las 20.000 personas que seguían su partido bajo el sol de Augusta ansiaban. En el primer hoyo, Olazábal le dio al gancho con el drive y se fue al rough de la calle del nueve. Los listos se adelantaron: el temor al Tigre, dijeron, que deje el espacio libre al astro. Pero el astro les llevó la contraria: su primer drive se fue al bunker de la calle. Olazábal no obedeció y con su segundo golpe, magistral, sacando la bola a través de los pinos, dejó la bola más cerca del birdie que Woods con su hierro desde la arena. En el segundo, la cuestión entró en vereda: Woods hizo birdie después de tirar para eagle. El desastre le esperaba entre los pinos del tercer hoyo.

El hoyo tres es un par cuatro tan corto (315 metros) que nadie lo juega con el drive. Un hierro uno y un wedge y a correr. Por eso nadie entendió el ruido, clic, el sonido metálico que llegó del tee cuando lanzó Woods. ¿Un driver? ¿Por qué? En el público uno recordó que en el 97, cuando era el jovenzuelo que destrozó todos los récords del campo, Woods, el muy bruto, había llegado al green desde el tee. El segundo ruido llegó desde lo alto, y no extrañó tanto, cloc, cloc, cloc, carambola en los troncos de los árboles de la derecha de la calle, gritos de ¡cuidado! La bola cayó y se paró a la sombra de una mata de azaleas. Una posición injugable. Woods, con más sudores que clase, la saca de allí a rastras, jugando un hierro a zurdas, hasta la mitad de la calle. El desastre podría tener solución con un buen approach, pero Woods, en aquel momento, había dejado de ser el jugador seguro, templado y completo al que ninguna dificultad se le hacía insuperable. Fue un Woods desorbitado, salvaje y desconocido el que salió a gatas de las matas. Con su primer golpe de aproximación se pasó de green, con el segundo chip dio un salto de rana con el que la bola avanzó medio metro, y van cuatro. Dos putts' más tarde y un doble bogey inesperado, Woods, el otro Woods, abandonaba el hoyo. "Fue una mala decisión", dijo lacónico al final de la partida. "Una mala decisión que me ha condicionado todo el juego, porque estaba seguro de poder hacer 65 golpes, un -7 con el que habría ganado el torneo, porque los greens estaban muy lentos, más lentos de lo habitual".

En el cuarto hoyo, un par tres, necesitó tres putts para acabar la faena, y en el siete clavó la bola, huevo frito absoluto, en uno de los bunkers que protegen el green. La salida fue terrible, se fue al otro lado del green. Nuevo bogey' al que sumaría otro en el ocho, el par cinco en el que se fue del bunker a las lomas imposibles de la derecha. Dos malos chips, de lado a lado de green sellaron la exhibición. No había llegado al hoyo nueve, donde dicen que empieza el Masters de verdad y ya lo había perdido.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 14 de abril de 2003