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ELECCIONES EN ARGENTINA

Los argentinos votan hoy en las elecciones presidenciales más reñidas de su historia

Las diferencias entre los cinco candidatos no superan el 10% en los sondeos de opinión

Los indecisos, que las encuestas calculan en un 10% del electorado, unos dos millones y medio de votantes, son la clave en estas reñidas elecciones presidenciales. Salvo una sorpresa mayúscula, los dos ganadores tendrán que enfrentarse de nuevo en la batalla final, el próximo 18 de mayo, pues se prevé que ninguno alcance los votos suficientes. La diferencia entre los cinco candidatos no supera el 10% en los sodeos. Después de una campaña sin la referencia de partidos políticos clásicos y de proyectos, los ciudadanos están condenados a elegir entre los de siempre u otros de fabricación apresurada.

Los candidatos a presidente de Argentina han rehusado debatir entre ellos. Por un lado, hay tres peronistas -Carlos Menem, Néstor Kirchner y Adolfo Rodríguez Saá- que pertenecen a un partido dividido que no ha podido presentarse con sus siglas y se resiste a desaparecer. Por el otro, dos líderes de agrupaciones de nueva formación -Ricardo López Murphy y Elisa Carrió- surgidos de la otra gran fuerza tradicional: el radicalismo.

Carlos Menem (Alianza Frente por la Lealtad) tenía hace un año el 8% de intención de voto y el 85% de imagen negativa. Hoy es el candidato con más posibilidades de pasar a la segunda vuelta, según pronostican las encuestas. Los analistas electorales señalan que tiene asegurada, por una parte, una base de votantes entre el electorado de clase muy baja del segundo cinturón del Gran Buenos Aires, donde hay muchas villas de chabolas, y residentes en la Argentina profunda. Por otra, recoge un buen puñado de votos de las familias acomodadas y el sector financiero. "Menem intenta reconstituir lo que en la década de los noventa era la coalición conservadora-popular. Funciona con ricos y pobres, o, dicho de otro modo, con empresarios y obreros", dice Roberto Bacman, de la consultora CEOP.

Filas peronistas

Néstor Kirchner (Alianza Frente para la Victoria) apenas llegaba al 7% hace un año. Tenía una imagen de gestor eficaz al frente del Gobierno de una provincia rica y despoblada en la lejana Patagonia. El presidente Duhalde lo eligió dentro de las filas peronistas para cerrarle el paso a Menem. El apoyo del aparato gubernamental y del sector peronista fiel a Duhalde le hizo subir en las encuestas, pero sin lograr el despegue deseado. Ha tratado de explicar que representa la continuidad, que no es sinónimo de continuismo, aunque no está claro que la gente lo haya entendido. Persigue el voto progresista.

Ricardo López Murphy (Movimiento Federal Recrear) empezó la carrera en quinto lugar. Explotó con todas sus fuerzas el nicho de candidato neoliberal, que ocupaba Domingo Cavallo, ex ministro de Menem y de Fernando de la Rúa. Empezó a crecer y su curva exponencial de los últimos 20 días es muy elocuente. Salió de su base original y ha ido en busca del voto tradicional-radical que no irá al candidato oficial de la UCR, Leopoldo Moreau, a quien las encuestas no conceden más del 3%. La intención de voto por López Murphy disminuye en las ciudades pequeñas. Es un fenómeno de clase alta y media, donde se disputa votos con Kirchner, Carrió y Rodríguez Saá.

Adolfo Rodríguez Saá (Alianza Frente Movimiento Popular) es el más peronista de los tres candidatos del Partido Justicialista. Tiene un perfil folclórico que explota convenientemente. Elegante, con un lenguaje llano, seduce con sus promesas demagógicas y populistas. Se crió políticamente en la provincia de San Luis, donde utilizó bien los recursos. Ganó el pulso que le hizo al Gobierno cuando obtuvo una sentencia favorable del Tribunal Supremo al recurso que presentó la provincia contra la pesificación. Heterodoxo, en una semana festejó el anuncio de suspensión de pagos de la deuda externa, recibió en la Casa Rosada a las Abuelas de Plaza de Mayo, visitó la central de la CGT, donde se reunió, descamisado, con la vieja guardia sindical y peronista. Despierta recelos por su capacidad para gobernar, que está en duda tras su fugaz paso por el palacio presidencial.

Elisa Carrió (Afirmación para una República Igualitaria, ARI) es la candidata que representa como nadie el cambio en Argentina. "El problema es que convierte la incertidumbre en utopía, y así es muy difícil ganar", señala el consultor electoral Roberto Bacman. El ARI, que fundó tras su salida del radicalismo, dista de ser un partido con un aparato sólido. Su eventual equipo de gobierno es una incógnita. Junto a su compañero de fórmula presidencial, el mendocino Gustavo Gutiérrez, es la opción que tiene la mejor imagen de honestidad. Va en busca del voto progresista, de izquierda, joven y politizado.

Leopoldo Moreau (Unión Cívica Radical-UCR) es el candidato de lo que queda de un partido despedazado tras el fracaso del Gobierno de la Alianza, que se desmoronó dos años antes de concluir su mandato.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 27 de abril de 2003