El presidente argentino, Eduardo Duhalde, convocará "mañana mismo a todas las fuerzas políticas para alcanzar un pacto democrático en el Congreso que contribuya a la gobernabilidad" del país. La idea es que todos los partidos políticos apoyen al nuevo presidente, ya sea elegido en primera o segunda vuelta. La renovación del Parlamento se producirá en diciembre; entretanto, el ganador deberá lidiar con los actuales diputados.
Duhalde se propone como mediador, antes de la entrega del poder el próximo 25 de mayo, para que los senadores y diputados se comprometan a dar apoyo al nuevo presidente en los primeros seis meses de gobierno "quien quiera que sea el que resulte elegido".
El Parlamento actual refleja la fragmentación de los dos partidos mayoritarios, radicales y peronistas, y del resto de las fuerzas y grupos disidentes formados y fundados en los últimos años. El estallido de la crisis económica y social a comienzos de 2002 hizo saltar a los legisladores y a los líderes políticos de sus asientos.
En una situación similar parecen encontrarse la mayoría de los 25.478.389 ciudadanos habilitados para votar entre las ocho de la mañana y las seis de la tarde. El llamado voto bronca, que en octubre de 2001 sumó casi el 40% entre impugnados, nulos y en blanco, fue reemplazado por la decisión de votar "por alguno de lo que hay", como responden los entrevistados en las encuestas. Los sondeos de opinión no anticipan claramente quién será el vencedor. Los analistas sólo coinciden en que por primera vez será necesario recurrir a una segunda vuelta electoral, prevista para el 18 de mayo, porque los tres candidatos que lideran las encuestas cuentan con poco más del 20% de intención de voto.
Para resultar elegido en el primer turno, el vencedor debería superar el 45% de los votos u obtener una ventaja del 10% sobre el segundo. Los primeros resultados oficiales se difundirán a partir de las ocho de la noche, dos horas después de que cierren los 11.468 centros de votación.
En todos los sondeos gana por abrumadora mayoría la falta de esperanzas en que algo vaya a cambiar. Más de la mitad de los ciudadanos es pobre, está desocupado y desciende ya a la categoría de indigente. La riqueza se ha concentrado en el 20% de la población. Las ilusiones de los años noventa del prometido ingreso en el primer mundo se han derrumbado, como el peso atado a la cotización del dólar, mientras se liquidó el patrimonio del Estado y la deuda pública casi se triplicó.
Los 866.000 jóvenes mayores de 18 años que votan por primera vez son los que manifiestan mayor entusiasmo. Para ellos no sólo está en discusión un modelo de país. De la gestión del nuevo Gobierno dependerá finalmente que la mayoría se pregunte si vale o no la pena seguir esperando y viviendo aquí.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 27 de abril de 2003