Fidel Castro no pudo decirlo más alto ni más claro: es preferible que Cuba "desaparezca de la faz de la tierra" antes que renunciar a la "obra" de la revolución. El escenario, como no podía ser de otra manera, fue la plaza de José Martí de La Habana, la misma donde ha pronunciado sus más célebres discursos y donde ayer se reunieron un millón de cubanos para festejar la festividad del Primero de Mayo.
Escoltado por una gran escultura del Che Guevara y los retratos de cinco agentes cubanos prisioneros en EE UU, el líder comunista aseguró que "en Miami y en Washington se discute hoy dónde, cómo y cuándo se atacará a Cuba o se resolverá el problema de la revolución". Castro justificó de nuevo los fusilamientos de tres secuestradores y las severas condenas impuestas a 75 disidentes como medidas "no deseadas" pero necesarias para defenderse de EE UU. Y denunció que antes de su elección como presidente, George W. Bush se comprometió con representantes del exilio de Miami a "resolver" el problema de Cuba asesinándole.
El mandatario cubano recordó que el congresista republicano de origen cubano Lincoln Díaz-Balart -"íntimo amigo y consejero del presidente Bush"-, sugirió recientemente que EE UU podría estar cerca de "romper el círculo vicioso" de Cuba. "¿A qué método se refiere? ¿Eliminarme físicamente a partir de los sofisticados medios modernos que han desarrollado, tal como el señor Bush les prometió en Tejas antes de las elecciones? ¿O atacar a Cuba al estilo de Irak?", se preguntó Castro.
En la abarrotada plaza de la Revolución, adonde los habaneros fueron movilizados desde tempranas horas de la madrugada, sonaron los aplausos cuando el presidente cubano tocó la fibra nacionalista y antiimperialista: "Si la fórmula fuese atacar a Cuba como a Irak (...) tal vez sea ése el último de los ataques fascistas de esta Administración, porque la lucha duraría mucho tiempo, enfrentándose los agresores no sólo a un ejército, sino a miles de ejércitos que constantemente se reproducirían".
Castro en todo momento habló de una invasión norteamericana como una amenaza real. Aseguró que su país ni "ha investigado ni ha elaborado arma biológica alguna" y dijo que, desde la llegada de Bush a la Casa Blanca, se han incrementado las provocaciones.
Desde el mismo lugar donde el Papa ofició una misa en La Habana en 1998, Castro envió un mensaje a Juan Pablo II, que esta semana reclamó clemencia para los disidentes y también para los reos cubanos condenados a muerte. "Nadie se opuso tanto y tan tenazmente como él a la guerra contra Irak. Estoy seguro de que nunca habría aconsejado a los chiíes y sunitas dejarse matar sin defenderse; tampoco aconsejaría algo parecido a los cubanos".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 2 de mayo de 2003