"No nací para ser segundo de nadie en el mundo de la política. Siempre quise ser primero y me la jugué", declaraba Carlos Menem en septiembre de 1993, en el primer mandato presidencial. Hasta el día de ayer siempre lo consiguió en cuanta elección intervino. Las urnas le auparon sucesivamente a los cargos de diputado provincial, gobernador de La Rioja y presidente de la Nación. Una larga carrera para el más connotado representante de la vieja guardia política, a punto de cumplir los 74 años de edad.
"No nací para ser segundo de nadie en el mundo de la política"
Tanto tiempo instalado en el poder le hizo creer que todo valía para perpetuarse en él. Así, a partir de la reforma constitucional de 1994 que pactó con el entonces líder de la oposición radical, Raúl Alfonsín, logró la reelección en 1995 e intentó competir para un tercer mandato consecutivo a pesar de que la Carta Magna se lo impedía claramente.
Aceptó de mala gana lo que marca la ley, pero no renunció a interponer todos los obstáculos posibles a su viejo compañero de viaje en el Partido Justicialista (PJ, peronista) que pretendía sucederle en el trono, Eduardo Duhalde. En la campaña electoral de 1999 Menem le puso las cosas más fáciles al candidato de la Alianza, el radical Fernando de la Rúa, que al de su propio partido. La amplia derrota de Duhalde en las urnas frente al aspirante de la oposición, selló el odio eterno entre los dos principales cuadillos peronistas, que desencadenaron una guerra soterrada que ha llegado hasta hoy.
Sin duda, la rivalidad entre Menem y Duhalde no es ajena a la retirada del ex presidente, pero en ningún caso es la razón principal. Las encuestas vaticinaban para el domingo próximo un amplio triunfo de Néstor Kirchner, el candidato elegido por Duhalde para enfrentar a Menem, porque éste es el político que concentra el más alto índice de rechazo popular en Argentina. Y esto Menem lo sabe desde el tramo final de su segundo mandato, cuando la corrupción carcomía a su Gobierno. Él prefiere hablar de antinomias y antimenemismo, sin analizar el porqué de su descrédito ante la opinión pública.
Desde la misma noche del 27 de abril, su exigua victoria tuvo un sabor amargo. Fue el candidato más votado, pero aquel triunfo era una crónica de una derrota anunciada en la segunda vuelta. Los sondeos marcaron de manera inexorable un ascenso de Kirchner, probablemente no por méritos propios sino por los errores de su adversario. En el entorno de Menem comenzaron a hacerse oír las voces que recomendaban una retirada. Soldado que huye vale para otra batalla, decían los patrocinadores del abandono. Una y otra vez el ex presidente negó los rumores, a pesar de que crecían como la espuma. "Sólo a un borracho podría ocurrírsele semejante idea", dijo en un programa televisivo de máxima audiencia. El lunes por la noche, en un acto electoral en el distrito de La Matanza (provincia de Buenos Aires), el último en el que intervino, Menem reiteró que no pensaba renunciar.
Pero en las últimas horas, cuando ya todos estaban convencidos, incluido el propio candidato, que la ventaja de Kirchner era irrecuperable, las voces a favor de una retirada arreciaron. Sobre todo de parte de los caudillos provinciales. Algunos gobernadores como el de Salta, Juan Carlos Romero (candidato a vicepresidente); La Rioja, Angel Maza; y La Pampa, Rubén Marín, todos ellos connotados menemistas, presionaron con fuerza para que Menem tirara la toalla en el convencimiento de que una derrota abultada como la que pronosticaban las encuestas les arrastraría también a ellos. Y les colocaría en mala posición para sus ambiciones de mantenerse en sus feudos en las próximas elecciones provinciales. Frente a ellos, otro sector del aparato de Menem consideraba que el abandono asestaría un duro golpe a la institucionalidad y supondría el fin de la carrera política del ex presidente.
Después de un día plagado de rumores, especulaciones y desmentidos, los argentinos se acostaron el martes 13 sin saber si Menem se retiraría o no. Fiel a su estilo, el ex presidente mantuvo la incertidumbre hasta el último minuto antes de su declaración de ayer en La Rioja. Pero lo ocurrido a lo largo del día de los supersticiosos superó lo imaginable y dejó sumidos en el desconcierto más absoluto hasta a los más cercanos al ex presidente. El portavoz, Jorge Azcárate, conversó con este diario en la madrugada de ayer después de pasar todo el día junto al candidato y admitió su incapacidad para hacer un pronóstico. "Puede pasar cualquier cosa", dijo.
Con su silencio y la suspensión de los actos de campaña, el candidato alimentó los rumores de su retirada. Menem permaneció recluido en el hotel que le sirve como residencia y cuartel general de campaña, mientras todos los medios informativos se hacían eco del torbellino de rumores. Hasta que el diario Ámbito Financiero, órgano oficioso del menemismo, difundió por Internet un supuesto mensaje a los argentinos en el que Menem daba cuenta de su retirada y criticaba con dureza a su adversario y al Gobierno que le apoya. Para entonces, varios cientos de seguidores se habían concentrado frente al hotel para apoyar a su líder, que salió al balcón a saludar, acompañado del candidato a vicepresidente, Juan Carlos Romero (gobernador de Salta). En la calle el grito más repetido era "Menem no se va".
El candidato se refugió en su feudo de La Rioja donde dejó pasar buena parte del día hasta anunciar lo que negó hasta la saciedad. Se va atacando con fiereza a sus rivales y advierte de que volverá. Pero su palabra ha quedado totalmente devaluada antes los ojos de su pueblo, sobre todo de quienes le votaron y creyeron en él hasta el último minuto.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 15 de mayo de 2003