Por la vía rápida, el Estudiantes convirtió al Auna de Gran Canaria en un pelele. En sólo tres partidos, los colegiales han corroborado un repertorio de buenas sensaciones, que de acrecentarse, amenazan con aguijonear la hegemonía del Barcelona. Apareció en la fase final hambriento de desafíos, y puesto que el Auna demostró ser todo el año un rival suculento, se creció ante el reto. El resultado no se ha hecho esperar: el Estudiantes se ha instalado en las semifinales a las primeras de cambio, precedido de un aura de vitalidad y ambición, que ayer alcanzó cotas sublimes. Consciente de que era necesario evitar angustias de última hora, desde el primer minuto impuso un ritmo vertiginoso, propiciado por Brewer, una gacela para manejar el juego. Los colegiales llegaban a la pintura con relativa facilidad, y allí, en la frontera del tiro exterior, imprimían un ritmo velocísimo que mareó al Auna. Jasen, Reyes, Vidaurreta y el propio Brewer anticiparon el festival y camparon a sus anchas, de modo que llegaron el descanso con una ventaja a favor de 12 puntos (44-32).
ESTUDIANTES 79 - AUNA 69
Estudiantes: Brewer (12), Jasen (10), Jiménez (15), Reyes (15), Vidaurreta (9) -cinco inicial-, Azofra (5), Keefe (5), Loncar (5), Iturbe (3) y Misó.
Auna: Martínez (6), Klein (2), Larrañaga (11), Lewis (19), Eley (18) -cinco inicial-, Camps (4), Moran (2), Guerra (5), Guillén y Montas (2).
Árbitros: Ramos, Alzuria y Guirao. Excluyeron por personales a Eley.
Palacio de Vista Alegre, 12.000 personas.
Bien es cierto que la juerga estudiantil estuvo propiciada por la carencia de recursos del Auna. No ha mejorado su pésimo estado clínico desde que comenzaron los play-off. Aun así, y liderado por Larry Lewis, intentó derretir la supremacía de su rival con un carácter más aguerrido en la defensa y con mayor paciencia en el ataque. Sin embargo, flaqueó en todos los intentos y repartió un desacierto tan irrisorio como exasperante. Gonzalo Martínez desaprovechó todo lo que intentó; Guillén se ha empeñado en ser un tipo irrelevante y de Eley y Montas no hubo noticias.
La del Estudiantes fue también una victoria anímica, una goleada de entusiasmo de cara a próximos compromisos. Cada uno de sus jugadores parece sometido a los designios de los hados, de modo que aciertan a poco que se lo propongan. Y en eso la tarea del entrenador desempeña un papel esencial: se trata de convencer a los jugadores de que carisma y talento arrojan siempre gruesos beneficios. Jasen, por ejemplo, encadenó incursiones por la pintura con una agresividad sin parangón; Reyes se apropió del juego interior y empequeñeció a Eley, Lewis y Montas.
Lo de Brewer es otra cosa. Su acierto y su manija caminan en estado de gracia, por lo que si a esto sumamos el tino de Jiménez y las buenas maneras de Vidaurreta o Loncar, el Estudiantes se vuelve un equipo codicioso, casi enrrabietado. Contra semejante autoridad, Auna no pudo más que claudicar ante sus sueños de grandeza.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 30 de mayo de 2003