Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
Crónica:AUTOMOVILISMO | Gran Premio de Canadá de Fórmula 1

Alonso se hace fuerte

El español, magnífico otra vez, acaba el cuarto, tras Michael Schumacher, el ganador, su hermano Ralf y Montoya

Fue líder durante nueve vueltas, consiguió el mejor tiempo parcial con el coche menos potente, entró pegado a los tres primeros, Michael Schumacher, su hermano Ralf y Juan Pablo Montoya; hasta el último instante pegó el morro de su Renault al Williams del colombiano, acosándole, como si los 90 caballos de potencia que separan un motor del otro fueran una minucia. Acabó Alonso cuarto en Montreal, en una carrera que volvió a certificar que se ha instalado entre los mejores del planeta.

No baja la guardia Fernando Alonso. Ni siquiera en circuitos como el canadiense, donde su Renault debería haber pagado con creces la diferencia de potencia que tiene con el resto de coches. Ahí va un dato: el Ferrari de Michael Schumacher alcanzó una velocidad máxima de 348 km/h; el Renault de Alonso se quedó en 338 km/h. Ese hecho, la diferencia de velocidad, impidió que pisara el podio. Porque la actuación del español volvió a resultar deslumbrante. No consiguió adelantar a Schumi, como había prometido, en una salida complicadísima, en la que recibió el impacto del Ferrari de Rubens Barrichello, que intentó meterse por donde no cabía.

Sonreía Alonso pocos minutos antes de subirse a su Renault. La prueba de calificación del día anterior le había colocado cuarto en la parrilla de salida. Pero aún había más: "Yo voy a tope de gasolina y estoy seguro de que los demás no". Ahí radicaba su esperanza, en que la estrategia de cada equipo a la hora de ir a los boxes para repostar le permitiera alcanzar el podio. Poco le faltó para conseguirlo. Concretamente, tres segundos.

Durante seis vueltas, de la 20 a la 26, Alonso fue el líder de la carrera. Por la mañana, seis ingenieros de Renault habían trabajado contra reloj con los simuladores -ordenadores que reproducen gracias a los sensores que lleva el vehículo todas las circunstancias de la carrera, las condiciones de la pista, el desgaste de los neumáticos o el gasto de gasolina que se está produciendo- con vistas a averiguar si existía alguna posibilidad de que el español sólo hiciera una parada, al contrario que el resto de los equipos. Comprobaron que no, que no llegaría a la meta. En la vuelta 26 ordenaron a Alonso que entrara en el garaje, donde tardó 8,8 segundos en repostar.

Regresó cuarto, tras los hermanos Schumacher (Michael había adelantado a Ralf al perder menos tiempo en los boxes) y el colombiano Montoya. Aquél era el dibujo lógico de la carrera. Aspirar a más no dependía del piloto español, sino de alguna circunstancia extraordinaria -una avería o un accidente- o de la estrategia elegida por cada equipo. La potencia del Ferrari de Schumacher y de los dos Williams (a ambos se les desprendió uno de los espejos retrovisores), limitaban las posibilidades del asturiano, a quien el juego de las distintas entradas para repostar volvió a llevar a la cabeza durante tres vueltas, de la 53 a la 56.

Alcanzó ese lugar de honor al detenerse más tarde que el resto. Durante los virajes que estuvo por delante de Schumacher -que alcanzó el liderato de un Mundial en el que Alonso sigue tercero- le fue ganando tiempo: 6,2 segundos, 8,8, 11,5... En la vuelta 53 consiguió el parcial más rápido (1m 16,04s), una nueva proeza para su currículum. Alonso iba con el coche casi vacío de combustible y su táctica era la de apurar lo más posible e intentar alejar a sus tres perseguidores. De ese modo, aspiraba a regresar por delante de alguno de ellos tras su segunda parada.

Se detuvo en la vuelta 56, y apenas echó gasolina al coche, la suficiente como para aguantar los 14 virajes que restaban. Sus mecánicos tardaron sólo 6,6 segundos en la operación. No bastó. Se incorporó Alonso a la pista el cuarto, apenas a seis segundos de Montoya, quien le antecedía. En lo que quedó de carrera fue rebajando esa distancia. Se mantenía Schumacher primero, Ralf segundo y Montoya tercero. Pero ahí venía el Renault número 8, a todo tren, hasta el punto de ponerse a medio segundo del colombiano. Sin embargo, no hubo forma de adelantar. Sólo a unos metros de la meta levantó Alonso el pie del acelerador y se dejó llevar. Era el cuarto, otra vez sin separarse de los más grandes, de corredores que llevan máquinas superiores a la suya. Y que por eso le dejaron sin podio.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 16 de junio de 2003