"¡Hazlo bien, Jan!" El candidato levantó la cabeza, sonrió y respondió al ruego del socio levantando el dedo pulgar. El barcelonista agradeció el gesto de Joan Laporta. Le quiso estrechar la mano, pero no pudo. Una barrera de cámaras de televisión y fotógrafos impedía cualquier intento de aproximación. Los profesionales de la imagen estaban digitalizando la escena en la que el abogado, de 40 años, depositaba su voto en una de las urnas. Sucedió en la mesa 53, muy cerca de la puerta 13 del Miniestadi, en el gol norte. Era temprano, las diez de la mañana, y el calor empezaba a apretar. Desde ese instante, Laporta se dio un baño de multitudes.
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Maite Estruch observaba el tumulto que había alrededor de aquel apuesto joven con ternura y, al mismo tiempo, con preocupación. Era la viva imagen de una madre que no tenía claro dónde se metía su hijo. "Seguro que lo hará bien. Confío en él", expuso Maite. Pero no podía evitar cierta angustia por lo que le esperaba a su primogénito si salía elegido presidente del Barça. "Sé que recibirá críticas y me dolerá", aseveró, "pero Joan es fuerte y todo lo que se ha propuesto hacer lo ha conseguido. Él quiere al Barça y no lo dejará en la estacada". A su lado, Joan, su marido, el padre del candidato, asentía a todo lo que decía su esposa sobre el hijo mayor, que, una vez que depositó el voto y atendió a la prensa, saludó efusivamente a sus padres, antes de comenzar a recorrer el Miniestadi en busca del voto.
Allí estaba toda la familia Laporta para depositar su voto para Jan. Sus hermanos menores, Xavi y Maite; su esposa, Constanza Echevarría, y su cuñado Juan, también socios del Barça. "¡Constanza!", exclamó un miembro de la candidatura, "ahora haremos socio a tu padre", refiriéndose a Juan Echevarría, ex presidente de Nissan.
En juego estaba la presidencia del Barça. Y no había tiempo que perder. La maquinaria de Laporta ya hacía horas que funcionaba. Como un equipo. Una máquina sin fisuras. Unos directivos que cumplieron su labor de buenos gregarios de su jefe de filas. Habían hecho la campaña electoral para ganar y no iban a tirarlo todo por la borda. "Vamos a por todas", exclamó Claudia Vives.
La euforia de Claudia no era unilateral. Sus compañeros de equipo también dejaban traslucir un cierto optimismo. Los primeros sondeos daban ganador a Laporta. La excitación iba en aumento. Pero aguantaron el tirón y se calmaron. "Hay que tener los pies en el suelo", dijo Alfons Godall. Las cámaras de televisión comenzaron a mostrar el cartel que pendía en la puerta de la sala de operaciones de la candidatura instalada en el sótano del Miniestadi. Era una premonición de lo que iba a ocurrir nueve horas más tarde, al cierre de los comicios.
Mientras, Laporta seguía recorriendo el Miniestadi, siempre en compañía de sus asesores y algunos de sus directivos. El baño de multitudes ya era un hecho. "Hemos tardado una hora en completar el perímetro del estadio", señaló Godall. "Es una locura". Y el candidato Jan iba creciéndose con el paso de las horas. Dosificaba sus fuerzas para llegar fresco a la victoria final. Laporta sólo desapareció del Miniestadi a la hora del almuerzo, momento que aprovechó para darse una ducha y cambiar el traje y la corbata por una vestimenta deportiva. El calor apretaba.
A media tarde, el grupo de Laporta comenzó a vislumbrar el triunfo. No bajaron la guardia. Al editor Albert Vicens, hijo del también editor Vicens Vives, se le vio llevando botellas de agua para su jefe de filas en un par de ocasiones. Laporta mantenía el tipo en su baño de multitudes, mientras su equipo comenzaba a preparar los actos de su proclamación como nuevo presidente del Barça, cuando TV-3 anunció el sondeo que le daba ganador. Un grito de alegría salió de la sala de los Laporta. "Hemos obligado a Bassat a ir con el pie cambiado", proclamó un miembro de la candidatura de Jan. "La nueva imagen del Barça está en marcha".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 16 de junio de 2003