Miles de estudiantes se manifestaron ayer por sexto día consecutivo por las calles de Teherán exigiendo la apertura del régimen islámico iraní. Al contrario que en otras ocasiones, la policía iraní mantuvo una actitud moderada y no se produjo intervención alguna de radicales islámicos partidarios del régimen de los ayatolás. Tampoco la señal de los teléfonos móviles fue bloqueada para evitar que los manifestantes se comunicaran entre ellos.
Mientras, un total de 248 personalidades reformistas de Irán defendieron en en una carta abierta publicada ayer el derecho de los iraníes a criticar, e incluso reemplazar, a sus dirigentes si no están contentos con ellos y denunciaron como una "herejía" el ejercicio del "poder divino y absoluto". Este nuevo desafío reformista a los duros del régimen constituye sin duda un gesto de apoyo a las protestas. Con intereses y objetivos bastante distintos, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, también respaldó ayer las exigencias de democracia de los iraníes.
"Es el principio de gente que se expresa por un Irán libre, lo que me parece positivo", declaró Bush al ser preguntado por las protestas de los iraníes cuando salía de misa en Kennebunkport, la ciudad donde pasó el fin de semana.
Todas las facciones políticas iraníes cerraron filas para criticar las palabras de Bush como una interferencia en sus asuntos internos. "Los estadounidenses ignoran la presencia de millones de personas para dar la bienvenida al líder supremo y al presidente, pero califican de voz del pueblo las protestas de unos pocos individuos", declaró el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Hamid Reza Asefi, en un comunicado.
Atrapado entre la presencia estadounidense en Irak y Afganistán, el régimen de los ayatolás no esconde su preocupación por la creciente presión de Estados Unidos desde el final de la guerra contra el régimen de Sadam Husein. Washington acusa a Irán de querer hacerse con armas nucleares, apadrinar el terrorismo y fomentar la inestabilidad en Irak.
El Gobierno reformista iraní, que encabeza el moderado Mohamed Jatamí, ha librado durante seis años una batalla perdida de antemano con los clérigos conservadores que, sin cargo electo alguno, controlan las instituciones clave del poder. Aunque su malestar se dirigía sobre todo contra los clérigos designados, los manifestantes también se quejaron de Jatamí, al que acusan de haber fracasado en su promesa de reformas durante los seis años que lleva al frente del Ejecutivo.
"Ocupar o nombrar a alguien para un cargo de poder divino y absoluto es un ejercicio de politeísmo claro... y una muestra de opresión de la humanidad", asegura la carta difundida ayer por los intelectuales reformistas. La inusual iniciativa, que acusa al clero de intentar sustituir a Dios, no es la primera. Algunos de los firmantes ya suscribieron el pasado 20 de mayo otro comunicado en el que denunciaban "la instrumentalización de principios religiosos sagrados para conservar el poder". Los reformistas pedían entonces profundas reformas sin las cuales el régimen corre el riesgo, según ellos, de conocer el mismo destino que el de Sadam o los talibanes. Una segunda carta, en la que 135 diputados reformistas pedían al guía espiritual, Alí Jamenei, que frenara la resistencia de los conservadores a la liberación, fue prohibida.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 16 de junio de 2003