El calor aplastante de Madrid hizo más rutinario el alirón de la 29ª Liga madridista. La afición blanca es tímida para estas cosas y el vestuario también. De modo que hubo el baño de cava de rigor, los saltos habituales y los cánticos de siempre. La comunión en el Bernabéu duró cinco minutos. Tras dar una vuelta de honor portando una réplica de plástico de la Liga, los jugadores se metieron en el vestuario y la gente se fue a su casa, o a coger sitio en los alrededores de la Cibeles, sin quedarse a presenciar los tremendos fuegos artificiales que estallaron en la cornisa circular de la grada de la calle Padre Damián.
La fiesta se acabó rápido y cabría atribuirlo al malestar de la plantilla por motivos desconocidos. ¿Rechazaban de esta manera los jugadores la presumible marcha de Del Bosque? ¿Berreaban contra el fichaje de Beckham por inoportuno? ¿Protestaban los festejos por ir contra su idiosincrasia? Lo cierto es que la cadena SER informó de que Jorge Valdano, el director general deportivo, intentó persuadir a los capitanes de que permanecieran en el césped comulgando con la hinchada y dieran otra vuelta de honor. Según esa emisora, Hierro, máxima autoridad del vestuario, habría respondido con una negativa amenazado a Valdano con no ir a la Cibeles a celebrar nada y, mucho menos, presentar el trofeo en el Ayuntamiento, hoy al mediodía.
La afición madridista es perezosa por principio. Esta actitud la mantuvo al acecho hasta el último minuto, metida en los bares hasta tarde, reticente a entrar al campo hasta el pitido inicial. El recato social del hincha se prolongó durante el partido y no le permitió celebrar hasta el minuto 90 un triunfo anunciado desde media hora antes. Entonces, dos operarios corrieron las bandas tendiendo una valla plástica para cercar el campo durante la vuelta olímpica de rigor. Fue el primer acto protocolario del festejo. Y obedientes, las gradas, por unanimidad, cantaron el clásico: "¡Campeones, campeones, oé, oé, oé...!".
Previsible como pocos, el festejo de la Liga de ayer tuvo pólvora en los fuegos de artificio, no en el público. Los haces de luz, las bandas de tela blanca monumentales, los confetis, constituyeron la puesta en escena de un performance meticulosamente planificado. En medio de tanta parafernalia, los jugadores fueron un adorno, más que la esencia de la fiesta. Dieron la vuelta al campo con un trofeo de pega y, alarmados ante la irrupción de los periodistas, se metieron en el vestuario. Al ver que los jugadores se marchaban, el público abandonó el estadio. Muy pocos se quedaron a ver los fuegos artificiales que convirtieron al Bernabéu en un volcán de colores.
El árbitro pitó el final y el Bernabéu se tornó en una discoteca de 100 metros de hierba. El disck jockey oficial puso el disco oficial de cánticos y los jugadores saltaron en el centro del campo, iluminados por doce focos de luz. La percusión electrónica retumbó hasta en los cimientos, y en los tablones de anuncio del campo brilló la consigna de la noche: "Campeones, Champions, Siemens Mobile...".
La compañía alemana Siemens se llevó la palma del festejo liguero durante los cinco minutos que duró la vuelta olímpica. Los jugadores se marcharon con aire fatigado. Los más felices, blandiendo una camiseta, parecían Solari y Cambiasso, sin descontar a Ronaldo. Los demás no tanto. A Makelele se le cayó la copa al suelo mientras bailaba, lo cual le destaca entre los apasionados. Y así estaban los jugadores cuando entraron los fotógrafos al campo para acompañarles. Fue el cierre del baile. Todos se metieron al vestuario en una estampida que dio por terminada la fiesta popular de la Liga en el Bernabéu. La plantilla se retiró al autobús sin hacer declaraciones.
El momento más ruidoso de la tarde fue el abrazo de Hierro y Raúl, cuando el malagueño abandonó el campo antes del final del partido. El intercambio del brazalete de capitán fue saludado con una ovación cerrada desde las gradas. Un aplauso caluroso que parecía ser el espaldarazo a la renovación del malagueño, pendiente de la junta directiva de hoy, o de mañana, según la resaca de la fiesta.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 23 de junio de 2003