Ronaldo, la megaestrella del actual Real Madrid, la cara más universal del club, dio ayer un portazo a las instituciones públicas madrileñas y no acudió a los actos oficiales en la Comunidad y el Ayuntamiento, donde Alberto Ruiz-Gallardón, alcalde y presidente en funciones, recibió por dos veces a toda la expedición blanca: jugadores, técnicos, médicos y directivos. La mayoría con las ojeras colgando sobre la barbilla, tras una noche de brindis y polémica que algunos cerraron cerca de las siete de la madrugada y otros aún más tarde. De Ronaldo nadie sabía nada. Como tampoco del inglés Steve McManaman, el otro ausente. "Les hemos llamado pero no hemos podido contactar con ellos, así que no sabemos nada", afirmó al respecto Jorge Valdano, director general deportivo. La única pista la dio Roberto Carlos, siempre locuaz: "Le he llamado por la mañana y me parece que tenía un poco de fiebre" apuntó el lateral entre bromas a Radio Marca. Sobre McManaman nadie comentó nada. El plantón del brasileño y del inglés también se extendió a la ofrenda a la Virgen de la Almudena.
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A última hora de la noche, Valdano dijo: "Ya tenemos una explicación a su ausencia. Los dos se quedaron dormidos. No oyeron el despertador". Y añadió: "Tendrán la respuesta disciplinaria del club".
No fue la primera vez que Ronaldo se ausenta de un acto oficial. A finales de 2002, durante el partido del Centenario entre el Real Madrid y una selección del resto del mundo, el brasileño, al igual que algunos otros compañeros, abandonaron el Bernabéu antes de que concluyera el programa festivo. Y como el pasado domingo: mudos ante la prensa.
"Guti, quédate"
Si en la sede de la Comunidad los jugadores apenas se asomaron al balcón, en el Ayuntamiento, donde alrededor de un millar de seguidores aclamaron a los jugadores, éstos se detuvieron algo más. No mucho. El tiempo suficiente para que los aficionados congregados pidieran a Guti que se quedara en el club y reclamaran a Raúl que saltara un rato. El primero comentaría después: "Estoy muy feliz por ganar la Liga y por la afición, que siempre ha apoyado a la cantera". ¿Y por los directivos? "Por mí y por la afición", repitió para zanjar el asunto. Raúl fue el único que finalmente enganchó el micrófono. Entonó el "campeones, campeones", y la fiesta municipal se acabó. Antes de bajar el telón, Raúl tuvo tiempo de decir al alcalde Ruiz-Gallardón que la plantilla no se enfadó al no poder subirse a La Cibeles durante la noche del domingo. Se sintió "decepcionada", puntualizó el segundo capitán de la plantilla, uno de los que más insistieron ante la policía para lograr un permiso y colocar una bufanda en lo alto del monumento. No lo consiguió, puesto que las órdenes del recién estrenado alcalde madrileño fueron tajantes: nada de escalar La Cibeles, lo pida quien lo pida. Con una protección de metacrilato a su alrededor, esta vez la diosa no sufrió daño alguno y acabó entera.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 24 de junio de 2003