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El ataque a una mezquita chií causa más de 40 muertos y 60 heridos en Pakistán

Miles de chiíes se echan a la calle para atacar propiedades de la mayoría suní tras el atentado

Al menos 44 personas murieron ayer y 65 resultaron heridas cuando tres hombres armados con metralletas y granadas abrieron fuego indiscriminadamente contra los fieles que salían, tras la plegaria del viernes, de la principal mezquita chií de Quetta, la capital de la región paquistaní de Baluchistán. Miles de chiíes se echaron a la calle en señal de protesta, prendieron fuego a coches, comercios y un ala del hospital al que fueron trasladados algunos de los heridos. La policía y el Ejército tuvieron que intervernir para evitar un baño de sangre. Fue decretado el toque de queda en el centro de la ciudad.

Unos 2.000 fieles habían acudido a orar a la mezquita cuando se produjo el ataque. Además de los muertos, entre los que se cuentan tres niños, hay una sesentena de heridos, algunos muy graves. Según el jefe de la policía local, Rehmatulá Niazi, uno de los agresores resultó muerto por la explosión de una granada, otro fue abatido por los guardias de seguridad de la mezquita y el tercero falleció cuando era trasladado al hospital con heridas en la cabeza. "Estaba rezando cuando oí una explosión. Vi muchos cuerpos descuartizados", declaró Jan Alí, un hombre de 60 años que resultó herido leve.

El presidente Pervez Musharraf, que se encontraba de visita oficial en Francia, lamentó desde París la triste noticia y aseguró que actuará "firmemente" contra quienes respaldan este tipo de violencia. "Es una desgracia que algunos elementos en Pakistán minen los principios que el país defiende. Es una desgracia que esa pequeña minoría sea capaz de dañar el sentimiento nacional".

Es el segundo brote de violencia sectaria que azota Quetta en menos de un mes. En el anterior, ocurrido el 8 de junio, murieron 12 cadetes chiíes de la policía y otros ocho resultaron heridos al ser atacado el vehículo en el que se desplazaban.

Tras el ataque, cientos de chiíes salieron a protestar a la calle y arremetieron contra las propiedades de la mayoría suní con piedras, palos y fuego. Los disturbios se generalizaron alrededor de la mezquita. El Ejército se vio obligado a intervenir para evitar un baño de sangre. Unidades paramilitares a bordo de vehículos blindados anunciaron por altavoces el toque de queda por tiempo indefinido y comenzaron a patrullar las calles, que se quedaron desiertas.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 5 de julio de 2003