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LA POSGUERRA DE IRAK

El líder británico afirma que "hay que acabar el trabajo" en Irak

De camino hacia Asia, el primer ministro británico, Tony Blair, incluyó ayer una escala de siete horas en Washington para recibir varios honores poco habituales en la capital de EE UU.

Blair pronunció su discurso ante una sesión conjunta de la Cámara de Representantes y el Senado en una especie de disertación sobre el estado de la Unión en la que parecía ocupar el espacio reservado para el presidente Bush. Con toques de humor, citas históricas y una impecable puesta en escena, Blair justificó la guerra contra Irak ante un público entregado a ese argumento. Aseguró que estaba convencido "hasta con el último resquicio de mi instinto" de que la guerra era plenamente justificada, y si las armas de destrucción masiva no aparecen, "la historia nos lo perdonará, porque al menos habremos destruido un régimen que era responsable de un gran sufrimiento humano. Pero, si eran nuestros críticos quienes estaban equivocados", dijo Blair en referencia a los que se oponían a la guerra, "la historia no nos habría perdonado que no hubiéramos ejercido nuestro liderazgo para luchar contra esa amenaza", dijo entre aplausos.

"Prometimos a Irak un Gobierno democrático y se lo daremos", aseguró Blair, que reconoció con ironía que el trato amable que estaba recibiendo en el Capitolio "es mucho más cálido y generoso que el que suelo recibir".

Valores comunes

Blair llevaba escrito un discurso con un mensaje genérico: que EE UU y Europa comparten valores comunes basados en los derechos humanos y que cuando ambos continentes trabajan unidos el mundo es un lugar más seguro y más próspero. Destacó la necesidad de "acabar el trabajo" en Irak y Afganistán y alertó: "El terrorismo nunca será derrotado si no hay paz en Oriente Próximo". Defendió la creación de un Estado palestino, pero recibió los mayores aplausos cuando habló de la necesidad de preservar la seguridad de Israel.

Blair se convertía así en el cuarto líder británico a quien se le permite semejante honor, después de Clement Attlee, Winston Churchill y Margaret Thatcher. No se llevará en este viaje la medalla de oro que le ha concedido el Congreso de EE UU. En teoría, la insignia no está preparada, aunque se dice que la ceremonia se ha aplazado apresuradamente al otoño para evitar la tormenta política actual.

Los medios británicos especulaban con la posibilidad de que Blair pidiera al presidente estadounidense la repatriación de los dos presos británicos retenidos en la base de Guantánamo. Según el portavoz de la Casa Blanca, Scott McClellan, ese asunto "está sometido a debate" entre ambos Gobiernos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 18 de julio de 2003