Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
Crónica:ATLETISMO | Campeonato del Mundo

Los españoles pierden pie en el 1.500

El Guerruj se impone con autoridad en una carrerera en la que Reyes Estévez fue el único que demostró coraje para atacarle

Pasaron los tiempos felices del mediofondo español, cuando el 1.500 convocaba al país para disfrutar de Abascal, González, Cacho y Estévez, el último mohicano en una prueba que es patrimonio de Hicham El Guerruj, vencedor en París, con lo que eso significa para un marroquí. Ganó dos veces, por tanto. Retraído por naturaleza, bailó como un chiquillo, enfundado en la bandera roja de su país, sabedor de la importancia de la victoria para su gente. Aquí y allá se escucharon gritos de "¡Hicham!" en medio del clamor de los aficionados franceses, que convirtieron el estadio en una fiesta azul. Apoyaban al suyo, a Mehdi Baala, uno de los numerosos atletas de ascendencia marroquí que defienden el pabellón francés. Pensaban que Baala tenía su oportunidad frente al fabuloso El Guerruj, pero no la encontró. Es un atleta de gran calibre, con unas posibilidades inmensas, inferior todavía al emperador del 1.500. Venció El Guerruj porque todavía no hay nadie capaz de desafiarle seriamente. Desde luego, no tiene a ningún español entre sus rivales. La meritoria carrera de Estévez sólo le permitió alcanzar el sexto puesto. Higuero y Roberto Parra estuvieron en el reparto, sin más. Nunca fueron un factor en una carrera que ha perdido su posición de referencia en el atletismo español.

Higuero y Parra no salieron del último vagón. No tuvieron qué decir, ni ganas de hacerlo

Había un ambiente frenético en el estadio, la clase de fervor que se convoca cuando hay una gran carrera y un clima nacionalista. Dos franceses Mehdi Baala y Fuad Chouki venían dispuestos a protagonizar la noche frente a El Guerruj. El ruido era ensordecedor, poco habitual para los registros habituales del atletismo. Pero la ocasión lo merecía. El 1.500 tiene estas cosas. Es una carrera especial, llena de detalles, abierta a la imaginación de la gente. Ahora la disfrutan los franceses de la manera que antes la saboreaban los españoles. Son tiempos diferentes, nuevas generaciones, y no parece que España ofrezca demasiadas garantías en estos momentos. Estévez cada vez está más lejos de los mejores. Sin duda, es el mediofondista español de más clase, pero de ninguna manera es el futuro. Y en el horizonte no se ven sucesores.

Estévez hizo una carrera irreprochable dentro sus condiciones actuales. Traía los dedos de su pie izquierdo en carne viva, tras la estrambótica carrera de semifinales, cuando perdió una zapatilla al quedar encerrado en el pelotón. Ayer lo disimuló lo mejor que pudo. Estuvo con El Guerruj y Baala hasta donde le sostuvieron las fuerzas. Eso fue hasta los 1.200 metros, luego todo fue un ejercicio de voluntad casi heroico, porque no tiene la capacidad para cambiar cuando se juegan las victorias en las grandes carreras. A ese nivel sólo El Guerruj y Baala están en condiciones de dictar las condiciones de una prueba. Lo sabían los dos desde el principio. Se marcaron minuciosamente, sin atender a nadie más.

La carrera salió lenta, pero Estévez la inyectó el vigor necesario cuando se colocó en cabeza. Cubrió los primeros 400 metros en 57,70 segundo, y desde ahí el ritmó se aceleró progresivamente. Detrás de él, viajaban El Guerruj y Baala. Los dos con un poderío que no se veía en el resto de los atletas. Higuero y Parra no salieron del último vagón durante toda la carrera. No tuvieron qué decir, ni demasiadas ganar de hacerlo. Fue Reyes Estévez el único que mostró el coraje necesario para afrontar la carrera. Otra cosa es que su fortaleza sea limitada, pero el orgullo no le faltó.

Baala siguió a El Guerruj cuando el marroquí lanzó su ofensiva final. Pasó junto a él por los 1.200 metros, pero nunca pudo amenazarle. La elegante zancada de El Guerruj no encontraba réplica en el francés. Con su maestría habitual, el marroquí atacó de lejos, progresivamente, con un control extraordinario de sus fuerzas. Está claro que conoce como nadie los secretos de la distancia. Fue admirable su demostración en una noche complicada, con el estadio enloquecido por lo que podía ser y no fue. Podía ser Baala, pero fue El Guerruj. Como siempre.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 28 de agosto de 2003