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Crónica:FÚTBOL

El Barça sigue tan caliente como estéril

Osasuna empata un partido en el que desnudó nuevamente a los azulgrana, faltos de juego y ocasiones

Fiel a su historia reciente, que dice que no pierde aquí desde hace cinco años, Osasuna volvió anoche a fastidiar al Camp Nou. Pero hizo algo más: desnudó de arriba abajo al Barça y lo retrató como un equipo débil, ineficaz y perdido. Fue un monumento a la inoperancia. El equipo rojillo, sin apenas crear peligro, pero con orden y sentido común, sacó petróleo de la única ocasión que creó, materializada por Cruchaga. Y el Barça sólo se libró de sufrir la primera derrota gracias, otra vez, a Ronaldinho, que empalmó un remate desde fuera del área con la colaboración del lateral Izquierdo. El empate fue un mal menor, pero abre con crudeza la debilidad del equipo de Rijkaard, que aún no ha ganado en casa y que sabe que sus victorias a domicilio estuvieron llenas de fortuna.

BARCELONA 1 - OSASUNA 1

Barcelona: Víctor Valdés; Puyol, Reiziger, Cocu (Márquez, m. 81), Van Bronckhorst; Xavi (Quaresma, m.58), Gerard; Saviola, Ronaldinho, Kluivert; y Luis Enrique (Overmars, m.68).

Osasuna: Sanzol; Izquierdo, Cruchaga, Josetxo, Antonio López; Puñal, Pablo García; Muñoz, Valdo (Iván Rosado, m.66), Moha (Gorka García, m. 72); y Bakayoko (Webo, m. 80).

Goles: 0-1. M.53. Puñol bota un córner desde la derecha y Cruchaga cabecea en el área a la red entre Kluivert y Cocu. 1-1. M.69. Van Bronckhorst saca de esquina en corto para Quaresma, quien regatea y centra, Sanzol rechaza de puños, Ronaldinho remata junto al área y la pelota entra a gol tras tocar en Izquierdo.

Árbitro: Mejuto González. Amonestó a Puñal, Moha, Van Bronckhorst y Gorka García.

Camp Nou: 83.674 espectadores.

Pasan los presidentes, pasan los entrenadores y el equipo sigue jugando como siempre. Con un fútbol tan lento como poco eficaz y, encima, terriblemente previsible. Seguramente será porque, aunque los tiempos cambien, están en el césped los mismos de siempre. Ronaldinho tampoco puede con todo. Y el resto de la canción ya es conocida: Luis Enrique, con un año más, no tiene en este arranque liguero la chispa de otras veces; Saviola, en la banda, parece inutilizado, tan alejado del área, y Kluivert, escrutado con lupa, hizo bastantes veces la estatua, y además le anularon un gol un tanto dudoso. El famoso tridente, muy poco espoleado por Xavi, funcionó fatal en Albacete, pero Rijkaard le dio una nueva oportunidad fallida. El equipo chutó tan mal que recibió los primeros silbidos del año. Su pelea con el gol es descomunal hasta el punto que sólo se acercó un par de veces con peligro al área. A buen seguro, Sanzol vivió uno de los partidos más tranquilos del año.

El ritmo fue tan parsimonioso que hasta Ronaldinho salió por la tangente rebelándose a la desesperada con dos carreras directo a la portería desde el centro del campo. Fue de nuevo el mejor. Osasuna se movió, mientras, como pez en el agua, cumpliendo al dictado las órdenes de Javier Aguirre: le disputó descaradamente el balón al Barça y desde el arranque amenazó con abrir el marcador. Tampoco renunció a los contragolpes, pero se topó con la sólida defensa azulgrana.

Casi era ese el mejor valor de este equipo en esta temporada: haber encajado sólo dos goles en tres partidos. Hasta que ayer se rompió. Osasuna propulsó un contragolpe que Luis Enrique abortó en un córner. La jugada fue de pizarra: Puñal centró y Cruchaga saltó por encima de la cabeza de Cocu para empalmar a la red. Eficacia absoluta porque fue la única vez que remató a portería.

Quedaba media hora para reparar el desastre. Un guión parecido al que se vio ante el Sevilla y el Boca. Rijkaard, que se resiste a alinear a los extremos, intentó entonces insuflar aire al tridente abriendo el campo. Quizás fue demasiado tarde. Xavi, muy empequeñecido este año, dejó sitio a Quaresma, el extremo portugués, y Gerard se quedó solo como conductor. El centro del campo ya estaba medio partido antes y quedó definitivamente roto en dos. Una férrea defensa y cuatro delanteros. Y una enorme piscina en medio.

La apuesta era: todo o nada. Y Rijkaard fue a por más y metió a Overmars en lugar de Luis Enrique. Todos arriba, empujando como fuera para espantar la el fantasma de la derrota, con un campo entregado y convertido en una olla. El empate se fraguó en un saque de esquina: el balón llegó a pies de Ronaldinho que empalmó a la red con la ayuda de un defensa.

El partido estaba enloquecido y parecía que podía inclinarse a favor de cualquiera de los dos bandos. Pero el Barça desperdició todos los centros de Quaresma, que se hartó de poner pelotas al área, y Osasuna tampoco aprovechó sus contragolpes.

Quizá tampoco merecían más dos equipos con tanto gusto por el balón como, al menos ayer, con poco gol. Pero la peor parte, sin duda, se la llevaron los azulgrana, cada vez con más dudas: no han ganado aún en casa, sufren ante cualquiera, les cuesta horrores meter un gol y les espera un duro calendario: Atlético, Valencia y Deportivo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 21 de septiembre de 2003