Le tachan de amarrete, le dan cornadas en los entrenamientos, le insultan a cada cambio que hace y soplan sus detractores que está pasado de rosca. En cada tormenta, Javier Irureta mantiene el tipo, calla, espera y se refugia en su hotel-residencia sin alharacas, sin estridencias. Quien quiera sacarle los colores que eche un vistazo a la última prole de goleadores del fútbol español. De Tristán a Pandiani pasando por Makaay. El primero le desaira en cuanto puede, el segundo juró que jamás volvería bajo su manto y el tercero esprintó hacia el fútbol alemán a la caza de un supercontrato. A la espera de que se calme Tristán, el uruguayo se ha convertido en el nuevo puñal del Deportivo, el sólido líder. El Rifle, como apodan a Pandiani, consiguió ayer su cuarto gol en otras tantas jornadas -además del marcado al AEK en la Champions- y es el chico de moda de la Liga. Ya sólo dispara a la puerta enemiga y ha aparcado sus rencillas con el técnico, contra el que cargó con saña desde Mallorca la pasada temporada. Irureta -¿resignado o provocador bienintencionado?- mira para otro lado, como hace con Djalminha, el brasileño que le dio un cabezazo y que todavía corretea a sus órdenes; y con Romero, que jamás había roto un plato hasta que la pasada semana también apuntó a la diana e hizo un desplante al míster.
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Mientras Irureta capea con temple los chaparrones, otros colegas, caso de Frank Rijkaard y Gregorio Manzano, todavía le dan vueltas a la peonza. El Barça ofrece señales tan inquietantes como en las últimas temporadas, pero desde el palco se tiran tantos confetis que lo que ocurre sobre el césped aún no angustia. En el Calderón el revuelo continúa. Con Luis o con Manzano; con Gil o con Cerezo. Lo mismo da. El Atlético es el Atlético y su nuevo técnico anda con la torrija, superado, de momento, por su primer gran paseo en un grande. Impuso una revolución ante el Valencia y la pifió. La probeta de Rivas, Ortiz y Santi resultó un fiasco. Manzano no tiene claros sus apuntes y en el Manzanares, plaza siempre convulsiva, hay menos paciencia que en Mallorca. Gil lo sabe tan bien como Cerezo.
En tanto se aclara el Atlético, su vecino sigue a lo suyo. El Madrid tiene dinamita suficiente como para salvar con holgura un día de tajo como el de ayer en La Rosaleda. A un partido tan feo el equipo respondió con fogonazos de Ronaldo, Beckham y Guti. El Madrid pega con todo, pero Irureta ya tiene otro rifle cargado.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 22 de septiembre de 2003