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Crónica:FÚTBOL | Cuarta jornada de Liga

Beckham arregla un día de trabajo

El Madrid resuelve con una faena protocolaria y sin brillo su visita a La Rosaleda

No, no es lo mismo. No es igual el Madrid sideral del Bernabéu que el que compite a domicilio. Que puede ganar en cualquier caso, porque conoce cientos de caminos para llegar al gol, pero que ya no fascina. Pisa el suelo ajeno como quien acude al trabajo, con el rostro formal de quien se limita a cumplir con una obligación. Pero no sonríe, no alcanza el entusiasmo que ilumina a quien va de fiesta. El fútbol se le convierte en una profesión, ya no en un juego. Y no, el Madrid, aunque Beckham sí siga empeñado en ganarse aplausos, ya no es el mismo.

MÁLAGA 1 - REAL MADRID 3

Málaga: Arnau; Josemi, Fernando Sanz, Litos (Diego Alonso, m. 79), Valcarce; Miguel Ángel, Romero, Gerardo (Manu, m. 44), Duda, Leko (Edgar, m. 57); y Salva.

Real Madrid: Casillas; Michel Salgado, Pavón, Bravo, Roberto Carlos; Beckham, Cambiasso; Figo (Núñez, m. 89), Raúl (Guti, m. 43), Zidane (Solari, m. 75); y Ronaldo.

Goles: 0-1. M.13. Beckham ejecuta un saque de esquina, Zidane toca de coronilla hacia atrás, y Ronaldo, en la línea de meta, empuja el balón. 0-2. M. 72. Beckham saca en corto una falta sobre Figo, que le cede el balón, y marca de tiro colocado. 1-2. M. 75. Edgar remata de chilena en el área madridista. 1-3. M. 86. Guti levanta por encima de Arnau un pase de Figo.

Árbitro: Rodríguez Santiago. Amonestó a Leko, Roberto Carlos, Salva y Solari.

25.000 espectadores en La Rosaleda. El equipo español de tenis, finalista de la Copa Davis, hizo el saque de honor.

Así, La Rosaleda, pese a los precios (200 euros por la localidad más cara), conoció a un Madrid menos aparente que el que truena en feudo propio. Cargado de imprecisiones, de errores de no forzados. También de algún detalle vistoso, porque esos tíos saben hacer equilibrios con la pelota, y de media docena de sopapos contra la portería de Arnau, porque llegar siempre llegan. Pero en el fondo, presenció un fútbol de la misma galaxia, nada del otro jueves por el que sentirse intimidado.

Al Málaga le sentó mal, claro, que el Madrid marcase enseguida. Casi en su primera visita, casi sin mucha intención. No necesitó de arabescos ni maniobras sofisticadas. Le bastó un simple córner. Una suerte, eso sí, de la que el Madrid está este curso muy mejorado. Y todo gracias a Beckham, que no centra desde la esquina, que en realidad envía medio gol desde allí. Puso el inglés su rosca al servicio de la causa y el Málaga se derritió: asomó en el primer palo la coronilla de Zidane y la bota oportuna de Ronaldo en el segundo. Gol.

Llevaba el Málaga trece minutos buscándole las vueltas al Madrid, presionándole muy arriba, sobre la mitad de su propio campo; no dejándole jugar, amargándole la salida de la pelota. Llevaba Salva dándole una paliza física a los centrales, obligándoles a retorcerse por cada balón aéreo. Y llevaban un buen rato los azules manteniendo a Casillas despierto, probando sus reflejos en remates lejanos. Pero nada. Podía tirarse así todo el partido el Málaga, que el Madrid apenas le sentía, que no le dolía. En la otra acera sucedió casi lo contrario. No conectaba sus piezas el Madrid. Ronaldo no veía la pelota, Raúl se atolondraba, Figo no se iba de Valcarce... No estaba a gusto. Pero a la primera, zas, gol. Y luego a dormir. O a fichar, más bien, a respetar escrupulosamente el horario de trabajo.

La actitud del Madrid dejó vivir al Málaga. Estuvo un rato tocado, presa fácil de la sentencia, pero se vino arriba al comprobar que su oponente le dejaba perder el miedo. Así que el Málaga siguió a lo suyo, voluntarioso en la pelea, fiel al plan inicial, convencido de que la remontada era posible. Insistió en llenar de obstáculos la circulación rival del balón y en medir una y otra vez su eficacia aérea. Por ahí, Salva era la referencia indiscutible, el objetivo de todos los ataques. Y fue más su perseverancia, su predisposición a saltar con el mismo interés a por todos los balones, que su capacidad cierta de peligro. Pero fue en el fondo el punto al que el Málaga se agarró para soñar.

Se lesionó Raúl, entró Guti, y el Madrid apenas acusó el contratiempo. Siguió igual de plano y protocolario. Se lesionó Gerardo, entró Manu, y el Málaga apenas se modificó. Siguió tan entusiasta, pero tan débil en el fondo. Y la misma sensación permaneció sobre el partido cuando saltó al campo Edgar para hacer las veces de Leko. Todo igual. Al Madrid le había bastado un intento para abrir la caja fuerte: se llevó el botín y después se limitó a esperar que la jornada se acabase. El Málaga no se cansó de probar suerte, pero sin éxito. Repitió la misma combinación todo el rato, tal vez porque no se sabe otra, pero Casillas dijo desde el primer minuto que así no abría sus posesiones.

Hasta que Edgar se concedió un lujo. Probó a rematar de semichilena un envío desde la derecha y el Málaga, casi cuatro jornadas después, al fin consiguió un gol. Pero sin mucho más valor a la postre que el estético. Y todo, de nuevo, por culpa de Beckham, que tan sólo un par de minutos antes se había encargado de apagar el supuesto suspense del encuentro con otro toque exquisito. Esta vez una falta directa, otra suerte que ha mejorado este año gracias a la pierna derecha del inglés: Figo y Roberto Carlos jugaron a la confusión y fue el rubio de la coleta el que finalmente golpeó a la bola. Con precisión, con curva, con la fuerza justa. Con el gol anunciado desde que partió de su pie. Beckham le dio, en suma, los tres puntos al Madrid, le sacó jugo a una cita que su equipo se tomó como una simple jornada laboral. La clasificación la computa igual. Pero no, tampoco pese al gol de Guti, no es lo mismo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 22 de septiembre de 2003