Francisco Luzón, consejero director general de la división América del banco Santander Central Hispano (SCH), sonreía, distendido, ayer, mientras entraba y salía de la sala en la que el ministro Roberto Lavagna y su equipo explicaban las filminas que a toda velocidad ilustraban la situación financiera argentina. Su colaborador, José Juan Ruiz, ya había hecho los números.
Antes de fin de año se compensará a los bancos por las pérdidas de la pesificación
Pero Luzón, un hombre afable de mirada clara, lucía risueño por otra razón. Él había tenido un mano a mano con Lavagna la tarde del pasado sábado, día 20, tras la aprobación del acuerdo en el Comité Ejecutivo del FMI. Pero Lavagna no le dijo una cosa que Luzón hubiera pagado por saber: la deuda interna que fue emitida tras la crisis de diciembre de 2001, ¿entraría o no en la reestructuración? Ayer, Lavagna y Guillermo Nielsen lo aclararon sin ambages: esa deuda no forma parte de la negociación. Tanto el SCH, como el BBVA y los grandes bancos que operan en Buenos Aires, tienen importantes posiciones en dichos instrumentos financieros -Boden y préstamos garantizados-, por lo que la entidades pueden respirar.
Ésta es la otra causa de la distensión: el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) habla de las compensaciones a los bancos por los efectos tanto de la llamada pesificación asimétrica como por la indexación asimétrica, unas palabrejas que definen las cargas de los bancos al salir del régimen de convertibilidad que estalló a finales del año 2001. Ayer, Lavagna dijo que esas compensaciones se harán efectivas antes de terminar el año 2003. Motivo adicional de jolgorio.
Hasta ahora, entre los grandes inversores españoles en Argentina, quien tenía mayor acceso al Gobierno era Alfonso Cortina, presidente de Repsol YPF, habida cuenta de que en su día negoció con el gobernador de la provincia de Santa Cruz la compra de la petrolera YPF. Ese gobernador, Néstor Kirchner, es hoy el presidente de Argentina. Ahora los bancos comienzan a vivir una luna de miel con Lavagna y su equipo. Y, por elevación, con el presidente.
"Están todos los elementos reunidos para que esto funcione", dijo Luzón a EL PAÍS. "El FMI y los inversores han decidido dar una oportunidad al Gobierno y éste demuestra estar aprovechando la circunstancia. Si la recuperación económica internacional se consolida, como yo creo, en los próximos tres años, el Gobierno de Kirchner se montará en una ola que ayudará mucho a resolver los problemas", añadió.
Todavía queda por saber qué va a ocurrir con las empresas de servicios públicos privatizados, cuyas tarifas siguen congeladas. El Gobierno argentino promete en el acuerdo con el FMI, a través de una ley pendiente de aprobación, revisar caso por caso. Hay algo evidente: Lavagna se andará con pies de plomo en las tarifas. ¿Por qué?: la inflación argentina está reprimida.
Una aceleración de los precios como resultado de una subida generalizada de las tarifas de servicios es lo último que necesita esta economía en momentos en que crece a una tasa anual del 6,6%.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 23 de septiembre de 2003