¿Se acerca el fin político de Yasir Arafat? El primer ministro israelí, Ariel Sharon, sopesó anoche con sus colaboradores el destierro del presidente palestino, Yasir Arafat. La orden de expulsión se encuentra congelada desde hace tres semanas, cuando el Gobierno adoptó esta decisión de manera unánime y pidió al Ejército elaborar un plan para llevarla a cabo como respuesta de un doble atentado suicida perpetrado dos días antes en el que murieron 15 personas. La ejecución de la decisión parece ahora irreversible, a no ser que EE UU y la comunidad internacional vuelvan a presionar a favor del rais. Sharon no dudó para lanzar, poco después de medianoche, dos ataques con helicópteros artillados contra la ciudad de Gaza y un campo de refugiados.
Helicópteros de combate israelíes lanzaron a primera hora de la madrugada de hoy un ataque con misiles contra dos objetivos en la ciudad de Gaza. Testigos citados por la agencia Reuters señalaron que veían columnas de humo, pero no precisaron cuáles eran los objetivos o si había víctimas. Poco después atacaron también el campo de Al Bureij, en el centro de la franja de Gaza.
"Éste es el momento preciso para deshacerse de Arafat", aseguraba ayer por la tarde el ministro israelí de Sanidad, Danny Naveh, después de que se conociera el ataque suicida de Haifa. La sugerencia de este barón del Likud no hace más que volver a agitar el fantasma de una deportación votada por el Gobierno el pasado 11 de septiembre. Una mayoría de ministros se pronunció a favor de la expulsión del presidente palestino de los territorios autónomos, poniendo de esta manera fin a una experiencia política que se inició en 1994 con su llegada a Palestina, tras la firma de los Acuerdos de Oslo.
La decisión de expulsar a Arafat quedó congelada como consecuencia de las presiones sobre el Gobierno israelí por parte de Estados Unidos y del resto de la comunidad internacional, encabezada por la Unión Europea, que se convirtieron en defensores a ultranza del rais. Sharon tuvo además en cuenta los informes contrarios al destierro elaborados por algunos de sus servicios de seguridad, que opinan también que la expulsión de Arafat de los territorios puede constituir un factor añadido de desestabilización en la zona.
Oficialmente la orden de expulsión quedó aplazada en espera de que el Ejército elaborara un plan para llevarla a cabo.
Sin embargo, ayer por la tarde se barajaba de nuevo la inmediata deportación de Arafat. Ante esta eventualidad, empezaron a alzarse algunas voces moderadas del campo pacifista israelí advirtiendo de los peligros que entrañaba la medida. Casualmente, una de las voces más insistentes en esta línea fue la del ex alcalde de Haifa Amram Mitza, quien subrayó: "Esa solución sólo provocará más violencia".
La Autoridad Nacional Palestina, consciente del peligro de expulsión, movilizó a sus fuerzas de seguridad para reforzar el cinturón de protección en torno al cuartel general de la Mukata, en Ramala. Desde hace tres semanas, los responsables de la policía han venido adoptando medidas especiales de protección, entre las que destaca el reforzamiento del muro exterior y la construcción de una gran trinchera, que aparentemente deja aislado el complejo presidencial.
El primer ministro palestino, Ahmed Qurei, Abu Alá, en un intento de conjurar el peligro de expulsión, conminó a todas las fuerzas radicales palestinas a que abandonen las armas e iniciar una tregua similar a la decretada el pasado junio, por decisión del entonces jefe del Gobierno palestino, Abu Mazen. El comunicado llamando al cese de hostilidades fue leído anoche por la radio y la televisión palestinas en repetidas ocasiones.
"El señor Qurei invita a todo el pueblo palestino y a todas las facciones nacionales e islámicas a contenerse y detener completamente estas acciones que se dirigen contra civiles y dañan nuestra legítima y justa lucha nacional", aseguraba el comunicado en uno de sus párrafos. La orden de alto el fuego coincidía con otro mensaje, éste leído desde el despacho de Arafat, en el que el presidente "condenaba vigorosamente" el atentado y aseguraba que la acción "compromete el consenso nacional en esta situación crítica y pone en gran peligro los intereses" del pueblo palestino.
Ninguno de estos llamamientos tuvo eco en las organizaciones radicales palestinas. Hamás, la principal organización de la oposición, volvía a llamar a la población a la lucha, al tiempo que lanzaba una seria advertencia a Israel con respecto a las represalias que pudiera adoptar contra Arafat.
"Espero que los israelíes sean conscientes de que la expulsión o muerte del presidente de la Autoridad Nacional provocará cambios importantes en el campo palestino, que se traducirán a su vez en una intensificación de la resistencia", aseguró desde Beirut Usama Hamadme, un portavoz de esta organización en el exilio.
El atentado fue condenado por la cumbre de la UE en Roma, al tiempo que se advertía contra una medida de destierro contra Arafat. "Sería un error monumental", precisó la ministra española de Asuntos Exteriores, Ana Palacio.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 5 de octubre de 2003