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CLÁSICOS DEL SIGLO XX (2)

Resurrección de la edad borrada

Es Ocnos uno de los libros más logrados de poemas en prosa de nuestra literatura. El género aparece en nuestro idioma con la publicación, en 1888, del libro de Rubén Darío Azul, en donde se alternaba la poesía en verso y en prosa. Éste lo aprendió de Francia, en donde se inicia en 1842 con Gaspard de la nuit, de Aloysius Bertrand, y adquiere posteriormente su definitiva naturaleza con Baudelaire en sus Petits poèmes en prose (1869), reafirmada más tarde con Illuminations (1886), de Rimbaud. En nuestro país, el primer caso más relevante de prosa escrita con intencionalidad poética es el de Bécquer, en sus Leyendas, sin que por ello estemos ante el nuevo género como tal. Éste obtiene su máximo y más importante cultivador en Juan Ramón Jiménez, que resalta por su definida intención de realizarlo como poema y, con ello, el óptimo resultado logrado por su originalidad, su continuidad en todas las épocas (iniciada en 1898, a sus 17 años) y su múltiple variedad. Si no es posible olvidar su obra maestra Platero y yo (1914), recordemos también, además de otras muchas facetas suyas más directamente creativas en esta dirección, sus traducciones en prosa de los poemas de Rabindranath Tagore.

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En los grandes prosistas de la generación del 98 (Valle-Inclán, Unamuno, Baroja) encontramos muchas páginas escritas con la intención de lograr resultados semejantes a los que se alcanza con la poesía. Quisiera destacar aquí la figura literaria de Azorín, que puede ser considerado como uno de los más grandes poetas españoles de su siglo sin que para ello haya necesitado escribir un solo verso. Su influencia en muchos de los poetas españoles posteriores es considerable, si bien ha sido tal influencia escasamente estudiada por creer que ésta tiene que ser exclusivamente formal. Otros prosistas de continuo leídos por los poetas son Gabriel Miró y Ramón Gómez de la Serna [...].

La tercera edición definitiva, que es la que se reedita ahora, constó de 63 textos, y las nuevas incorporaciones fueron interpoladas en el conjunto al modo en que se llevó a cabo en la segunda edición, en Ínsula. Crece el número de textos meditativos. Aparecen ahora poemas también de señalización norteamericana y mexicana. Incluso uno de ellos, Regreso a la sombra, podría haber sido añadido a Variaciones; su lectura recuerda el motivo del acabamiento de otro amor, sucedido anteriormente en Madrid, relatado en el poema Aprendiendo olvido. El autor no llegó a ver el volumen que tan esmeradamente había cuidado. Éste se editó en 1963, muy poco después de que falleciera Cernuda.

Ocnos está escrito desde la nostalgia de su tierra (no importa que después derivara aquélla en cierto desarraigo y desafección). Lo mismo le ocurriría al regresar en 1950 a Norteamérica, después de visitar por vez primera México. Allí había reencontrado su lengua, un pueblo vivo como el suyo, la sensualidad callejera, lugares que podía reconocer como propios, el ocio, la fe del pueblo, personas que podía querer, una determinada luz. "Cuando casi no creía en mi tierra, la vista de ésta me devuelve la fe en la mía, cuyos defectos no existirían sin sus virtudes". Y en carta escrita en ese mismo año a Cano le dice: "... me enamoré de México como si fuera mi propia tierra. En realidad me gustó tanto y le tomé tanto cariño precisamente porque es para mí otra España". El resultado fue otro libro semejante a Ocnos, compuesto de 29 poemas en prosa, publicado en 1952, que tituló Variaciones sobre tema mexicano. En la siguiente edición del libro se añadieron otros dos poemas más, Dúo y Centro del hombre, escritos también en 1950. La nota habla por sí sola de la deficiente distribución que sufrió Variaciones...

Es la presente edición de Ocnos un homenaje a Luis Cernuda en el centenario de su nacimiento y al cumplirse 60 años de la primera edición del libro. Ésta, que aquí también se reproduce en facsímil, representa a su vez el más bello homenaje escrito que nunca recibiera la ciudad de Sevilla, lugar en el que Luis Cernuda naciera y viviera hasta los 26 años. Allí, el niño que fue y originó al poeta contempló y gozó el mundo desde una soledad que pobló de sí mismo. Es un libro de recobrado amor; un libro de resurrección, por la palabra, de la edad borrada, el tiempo mítico en el que el tiempo del existir se transforma en espacio y la eternidad acostumbra a encarnar en el tiempo. Más tarde vivió allí también la intensidad demorada y compleja de la adolescencia. Después las contradicciones del hombre, caído en el mundo exterior y ajeno, ya fuera del territorio mítico y alejado para siempre de su anterior naturaleza, amó y al mismo tiempo rechazó lo amado. Pero estamos ya tocando la señera altivez del gran poeta exiliado de todo, de todos y también de sí mismo.

Extracto del prólogo que escribió el autor del texto para la edición de Ocnos publicada por Huerga y Fierro Editores en 2002.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 18 de octubre de 2003