El Manzanares vivió una fiesta con la victoria del Atlético, los goles de Torres y el entusiasmo del equipo, defectuoso en muchos aspectos, pero de un optimismo imprevisto en el comienzo de temporada. La liberación de Torres es la mejor noticia para el equipo. Como segundo delantero es una amenaza real para cualquier defensa. La colaboración de Nikolaidis, cuyo principal trabajo es engrasar el camino a Torres, y de Jorge, fue decisiva en la contundente victoria del Atlético, empujado por el efecto de los goles. Por cada uno que marcaba, su juego subía un peldaño y contagiaba la felicidad a la hinchada. Se produjo un efecto de retroalimentación que resultó muy saludable para el partido, infame en el primer tiempo y entretenido en la segunda parte. Lo fue por obra del Atlético. De la Real no hubo noticias.
ATLÉTICO 4 - REAL SOCIEDAD 0
Atlético: Burgos, Gaspar, Lequi, Simeone, Sergi; Novo, De los Santos, Jorge, Musampa (Rodrigo, m. 68); Nikolaidis y Torres (Nano, m. 82).
Real Sociedad: Westerveld; Potillon, Jauregi, Kvarme, Aranzabal; Xabi Alonso (Alkiza, m. 67), Aranburu; Karpin, Nihat (Lee Chun Soo, m. 73), Gabilondo (Barkero, m. 66); y Kovacevic.
Goles: 1-0. M. 18. Nikolaidis regatea a Westerveld y marca. 2-0. M. 57. Penalti de Westervled sobre Torres que transforma él mismo. 3-0. M. 64. Centro de Novo y Torres cabecea picado. 4-0. M. 80. Simeone, de cabeza.
Árbitro: Ramírez. Amonestó a Jorge, Torres, Simeone, Aranburu, Kvarme, Westerveld y Potillon.
Unos 35.000 espectadores en el Calderón.
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Fue un encuentro que desacreditó a la Real, a una distancia sideral del equipo que sorprendió la última temporada por un fútbol sólido, sin fisuras apreciables, con el equilibrio necesario para defenderse con eficacia y atacar con una precisión que ahora no tiene. Su juego remitió al equipo que tantas dificultades atravesó en los años anteriores a su despegue. Nada recordó a la Real pujante que estuvo a punto de llevarse la Liga. Apenas un par de detalles de Nihat en el primer tiempo. Detrás el vacío más absoluto. Resultó decepcionante observar a Xabi Alonso como un centrocampista cualquiera, desanimado, sin ninguna capacidad para imponer su juego. La defensa, tan hermética el pasado año, dio todas las facilidades posibles a los ágiles delanteros del Atlético. Torres encontró espacio para moverse y Jorge terminó por convertirse en la atracción de la noche.
El Atlético venía con menos fanfarria. Después de un preocupante arranque en el campeonato, comienza a funcionar con energía. Sus carencias, que todavía son evidentes, están maquilladas por un entusiasmo general. Las victorias sobre el Mallorca y el Murcia han tenido un efecto tremendo en el equipo. Pero los problemas persisten. La defensa se sostiene a duras penas, siempre en los límites del reglamento. Simeone tiene siglos de fútbol en su cuerpo, pero no tiene recursos como central. Juega ahí por necesidades del guión, obligado por la multitud de lesiones que pesan en la defensa. Como Gaspar no está sobrado de recursos y la vocación de Sergi ha sido la de carrilero de largo aliento, se produce una sensación constante de inestabilidad en el sector defensivo del Atlético. Tampoco hay demasiadas garantías en el centro del campo: De los Santos se toma tan en serio su función defensiva que dimite de cualquier otra cosa. Por los costados, ni Musampa ni Novo acaban de despegar. Sin embargo, hay un par de apuntes optimistas en el equipo. Uno está relacionado con la nueva posición de Torres, ahora como segundo delantero, donde se siente liberado. A su alrededor ha encontrado la ayuda de Jorge, un futbolista de muy buenas maneras, y de Nikolaidis, delantero de vuelo corto que tiene la virtud de conocer sus limitaciones y de desplegar una energía admirable. Y por lo visto se busca bastante bien la vida en el área. Después de tantas dudas, el Atlético puede empezar a crecer desde la sociedad que se ha generado en torno a esos tres jugadores, con la previsible incorporación de Ibagaza.
De la asociación de Jorge, Torres y Nikolaidis llegó el primer gol, con la colaboración necesaria de Kvarme, que ha regresado al pésimo estado que le caracterizó en su primeros días en la Real. No hubo más cosas destacables en el primer tiempo, que fue un alarde de malos tratos al balón. Parecía que la pelota estaba bañada en aceite. No se vieron dos pases seguidos. El Atlético no los necesitaba. Buscó el pelotazo y los rechaces. Se los concedió la Real, visiblemente desanimada. Nihat dio alguna señal de vida, pero terminó por refugiarse en la mediocridad general. El equipo se defendió mal y atacó peor. La dependencia con Alonso se hizo especialmente llamativa en el Manzanares. Lento, apagado, sin el compromiso con el equipo y con el juego que tantas veces se le ha elogiado, Xabi Alonso pasó desapercibido cuando más se le necesitaba. Una sensación de tristeza general terminó por contagiarse de la Real, en la misma medida que crecía la euforia en el Atlético. Son dos equipos que dependen de jugadores muy jóvenes. Torres es al Atlético lo que Xabi Alonso a la Real, aunque sus posiciones sean muy diferentes. Es el referente indiscutible de un equipo que le ha trasladado enormes responsabilidades. Frente a la Real se situó a la altura de las expectativas. Tiró del Atlético, marcó dos goles y generó la clase de optimismo que tan necesario es en el fútbol, que al fin y al cabo es, entre otras cosas, un estado de ánimo. El Atlético es un ejemplo de este viejo axioma. La Real, también, pero por el otro lado.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 31 de octubre de 2003