En Murcia se prolongó la resaca que arrastra el Deportivo tras una semana triunfal. En siete días cayeron el Barcelona, el Mónaco y el Valencia, el Depor alcanzó el liderato en la Liga y se afianzó la trayectoria en la Copa de Europa. Hasta que el miércoles llegó el Mallorca y lo devolvió a una realidad más prosaica, que anoche prolongó el Murcia. El conjunto de Irureta se ahogó en uno de esos partidos que le desagradan profundamente, en un campo con poco espacio para jugar y ante un adversario entregado a la guerrilla. El partido resultó infame. Y el Depor salió de él como buenamente pudo, con un triste empate sin goles.
MURCIA 0 - DEPORTIVO 0
Murcia: Juanmi; Juanma, Pedro Largo, Cuadrado, Carreras; Acciari, Jensen; Luis García, Richi, Fredi (Julio Álvarez m. 72); y Karanka (Esnáider m. 72).
Deportivo: Molina; Manuel Pablo, César, Andrade, Capdevila; Sergio (Duscher m. 76), Mauro Silva; Scaloni (Víctor m. 87), Valerón, Luque (Fran m. 38); y Pandiani.
Árbitro: Daudén Ibáñez. Amonestó a Cuadrado, Carreras, Manuel Pablo, Mauro Silva y Scaloni.
Unos 20.000 espectadores en el estadio de La Condomina.
Nadie sufrió más las acometidas del Murcia que Valerón, acribillado sin descanso por Acciari
Arracimado sobre la muralla de Andrade, el Deportivo resistió los momentos complicados
La Condomina es plaza nueva en Primera, pero el Deportivo se encontró allí un escenario bien conocido. En Murcia, el Depor se enfrentó a esa clase de choque que otros años le esperaba en estadios como Vallecas, una de esas disputas a las que suele ser alérgico. Un partido, sin ir más lejos, similar al que padeció el año pasado en la misma Condomina, entonces un estadio de Segunda donde el Depor vivió un suplicio para seguir adelante en la Copa. Son esos choques opresivos, en terrenos de juego angostos, ante rivales sin apenas fútbol, pero iluminados por una encomiable fe laboral. Equipos como el Murcia de anoche, que convierten el juego en una asfixiante sucesión de carreras y balones frontales, y que cumplen a rajatabla el clásico consejo de ceder el paso a la pelota para luego derribar al hombre. Nadie sufrió más esas acometidas que Valerón, acribillado sin descanso por Acciari, omnipresente en el Murcia. El argentino, hay que reconocerlo, es un profesional de lo suyo. Maneja muy bien las faltas de baja intensidad, esas que no alcanzan para la tarjeta amarilla. Y como los árbitros jamás han aplicado la parte del reglamento que castiga las acciones reiteradas sobre el mismo jugador, Acciari cumplió su trabajo sin interferencias judiciales.
Ningún detalle resume con más elocuencia el desempeño del Deportivo que la constatación de que el mejor del equipo -aparte del impenetrable Andrade, que no se dejó sorprender por casi ningún balón cruzado- fue Scaloni. Venteando el perfil del partido, Irureta se había resguardado metiéndole en el equipo al tiempo que a Pandiani y Mauro Silva, gente muy bien equipada para el tipo de refriega que se preveía. Y el que se enganchó con más ardor fue Scaloni, muy punzante por su banda, de donde partieron las mejores ocasiones del Deportivo, que, en contraste, apenas utilizó la izquierda, ni cuando la ocupó Luque ni cuando pasó a propiedad de Fran después de que el primero se lesionase.
El partido, en todo caso, fue una condena. El balón anduvo toda la noche mareado en su ir y venir por rutas aéreas. Y entre la sucesión de pelotazos y el tiroteo constante de faltas el juego se desvaneció.Hubo algún apunte de Valerón, que unido a la energía del hipertenso Scaloni, permitieron que el Deportivo mantuviese cierta sensación de autoridad. El Murcia había abierto el partido con un dirigible lanzado a la irrupción por el vértice izquierdo del área de Fredi, que remató al lateral de la red. En toda la primera parte no volvió a dar señales de vida en el ataque. El Depor tampoco se prodigó demasiado por los alrededores del área rival. Pero, aun con una cadencia lenta, al menos atisbó un poco la proximidad del gol. Para eso estaba Pandiani, que entre el mal estado del terreno y sus periódicos ataques de torpeza se pasó la noche pinchando la pelota. Entre los balones que desperdició de mala manera había uno fabuloso, tras un golpe de chistera de Valerón, con la segunda parte recién comenzada.
El truco de Valerón, sin embargo, cedió paso a una fase de envalentonamiento del Murcia. Hasta en eso el partido resultó previsible. La opresión del Depor fue en aumento, la defensa empezó a dudar ante las andanadas aéreas y el Murcia se lanzó a la cabalgada. El momento culminante cayó, por supuesto, del cielo. Fue uno de los muchos balones bombeados, que alcanzó la cabeza del espigado Karanka. El delantero dirigió bien el remate, pero se topó con la madera. Durante un rato, el Depor lo pasó mal. El año pasado, seguramente hubiese sucumbido a un choque así. Ahora está Andrade, un mariscal en el centro de la defensa que no se descompone con facilidad. Arracimado sobre la muralla del portugués, el Depor resistió los momentos más complicados. Luego la energía del Murcia se fue diluyendo y el partido retornó a un escenario más parecido al de la primera parte, con un Depor que buscó más el gol en el tramo final. Sin demasiados argumentos, como significó el marcador a la conclusión. Poco botín para un aspirante al título que visitaba a uno de los equipos más débiles de la Liga. Pero también es cierto que en otras muchas ocasiones el equipo de Irureta salió peor parado de ese partido que está condenado a repetir un año tras otro en estadios como La Condomina.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 2 de noviembre de 2003