Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
FÚTBOL | Décima jornada de Liga

Vuelven la épica y el buen gusto

De Anoeta llegan buenas noticias para la hinchada del Barcelona. Le faltó un punto de calidad, por no decir de grandeza, para evitar la frustración que supuso el empate. La actuación del equipo, sin embargo, tuvo mucho mérito. El primer tiempo fue futbolísticamente feliz en la misma medida que la segunda parte resultó anímicamente reconfortante. Jugó bien el Barça hasta el descanso, circunstancia que avala el trabajo diario de Rijkaard, que ha dejado de tocar teclas y apuesta por una alineación más o menos de consenso que respetan incluso los suplentes: Overmars fue ayer tan determinante como Xavi el miércoles ante el Murcia, y hasta Luis Enrique y Kluivert se sintieron importantes porque el técnico les llamó al remonte y no a llenar los últimos minutos. Parece que el entrenador ha creado un buen clima de trabajo y tiene una idea de juego en la cabeza que se va desarrollando y asentando.

Hay todavía muchas cosas que mejorar, como, por ejemplo, la defensa, y en especial la manera de combatir el juego aéreo: los goles de la Real, protagonizados por los centrales y los jugadores de banda, llegaron a partir de centros mal cerrados. Le cuesta al Barcelona tapar bien las bandas y anudar el partido en la sala de máquinas, donde el reparto de funciones entre Motta, Xavi y Ronaldinho requiere todavía más minutos de entrenamiento y prueba.

Donde no llegó el juego, sin embargo, alcanzó el ánimo. Desde la entereza, el Barcelona recuperó ayer de alguna manera la épica, la capacidad para protagonizar grandes partidos, momentos memorables, situaciones que se agradecen de manera especial después de tanto tiempo como llevaban olvidadas. El Barcelona se sobrepuso a cualquier adversidad: a un mal arbitraje, a un rival especialmente fuerte, a un marcador incontrolable y, sobre todo, a la chiquillada de Motta, que refleja, por otra parte, la traición de los nuevos artistas a los viejos valores del fútbol. El equipo siempre estuvo enchufado al partido, ahora ganando, a deshora perdiendo y al final empatando, prueba evidente de su seriedad y de su competitividad.

Si la directiva de Laporta ha tenido a bien recuperar el buen gusto, el equipo de Ronaldinho parece en camino de jugar bien a fútbol.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 3 de noviembre de 2003