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Crónica:FÚTBOL | La jornada de Liga

El Athletic supera la depresión

El equipo rojiblanco liquida a un inconsistente Espanyol y vence el síndrome del 'caso Gurpegui'

No era un partido fácil para nadie. Para el Athletic, que acusa el mazazo del caso Gurpegui y las derivaciones para el club (posibles expedientes al médico Sabino Padilla, al director deportivo, Andoni Zubizarreta y a la propia entidad); para el Espanyol, que interioriza su condición de colista y el cambio de entrenador (Luis Fernández apenas conoce a los jugadores que alineó); para el público, anonadado por todo lo que sucede y que tardó más de 45 minutos en poner un poco de ambiente en una tarde de invierno. Hasta el campo sufrió, castigado por la lluvia, aunque, a la postre, las irregularidades del terreno pusieron más emoción que el juego desplegado.

ATHLETIC 1 - ESPANYOL 0

Athletic: Aranzubia; Lacruz, Luis Prieto, Karanka, Del Horno; Iraola (Jonan García, m. 57), Orbaiz, Tiko (Larrazabal, m. 89), Ezquerro (Bordas, m. 76); Etxeberria y Urzaiz.

Espanyol: Toni; Torricelli, Domoraud, Lopo, Wome; Bastía, Héctor (Bobson, m. 59); Tayfun (David García, m. 77), Jordi Cruyff, Maxi Rodríguez (Corominas, m. 70); y Raúl Molina.

Árbitro: Puentes Leira. Amonestó a Orbaiz, Lopo, Bastía y Tiko.

Goles: 1-0. M. 14. Pase interior en el área de Ezquerro a Etxeberria que centra en horizontal, superando a Toni, e Iraola empuja a puerta vacía deslizándose por el suelo en el segundo palo.

Unos 33.000 espectadores en el estadio de San Mamés. Los jugadores del Athletic posaron, antes del comienzo del encuentro, con camisetas rojiblancas con los nombres de Gurpegui, su compañero sancionado, y de Padilla [Sabino], el médico del club.

Demasiados asuntos tangenciales, demasiadas crisis como para exigir a los protaginistas futbolísticos que hicieran abstracción de sus sentimientos y se dedicaran a jugar al fútbol como si nada ocurriera. Lo normal era lo que ocurrió: un partido que nació desgarbado, dirigido por la superioridad rojiblanca, frío en el césped y en la grada y finiquitado en la primera ocasión que tuvo el Athletic para darle puerta al resultado.

En los partidos lánguidos, los futbolistas con chispa exhiben una jerarquía incuestionable. Si de chispa se trata, Ezquerro siempre encuentra su lugar. El delantero rojiblanco aprovechó la falta de cintura de la defensa españolista para inventarse eslalons, jugar con la puntera y ofrecer su velocidad endiablada para hacer las cosas que piensa con una rapidez imprevisible. De sus botas nació lo mejor del partido, incluido el pase interior a Etxeberria que propició al final el gol de Iraola, que estrenaba su casillero con el Athletic.

El Espanyol pasaba por allí, por San Mamés, con una actitud encomiable pero con una falta de ideas y de definición que hacía casi imposible la posibilidad de que hiciera un gol, aún cuando el Athletic se durmió en los laureles y concedió todo el terreno del mundo para que le acosaran. Lo marcó, sí, pero en fuera de juego, por obra y gracia de Raúl Molina. Fue una muestra de agudeza visual del auxiliar, pero no es menos cierto que fue el único disparo que se dirigió entre los tres palos durante 94 minutos. Parece obvio que así es imposible ganar Parace evidente que el Espanyol deberá acudir al mercado de diciembre como quien se desplaza a una gran superficie: a llenar el carro. No tiene delanteros, no tiene extremos y no tiene líder en el centro del campo. Por mucho que Luis Fernández tenga a gala contagiar su entusiasmo, hacen falta futbolistas que lo materialicen en el campo.

El Athletic, acosado por la extraña semana del caso Gurpegui, dolido y un tanto anonadado, se bastó para liquidar el partido en un pis pas. Le bastó la sobriedad de sus centrales, la habilidad de Ezquerro y la inteligencia de Etxeberria para cerrar el partido sin brillo y sin agobios. No jugó ni bien, ni mal; simplemente jugó, a diferencia del Español, que simplemente corrió, más cuando menos tiempo tenía y cuando peor estaba el campo, traidor por el barro en unas zonas y por su rapidez en otras.

El Espanyol se movía a instintos del argentino Bastía, un argentino fortachón que se atraca de faltas pero entrega todo su sudor. Quizá le hagan falta más como él para salir del hoyo. El Athletic, simplemente, necesita tranquilidad ambiental, algo que no va a tener en los próximos partidos. Ayer, al menos, no tuvo rival. Y lo agradeció. Y lo aprovechó. Y superó su depresión anímica.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 9 de noviembre de 2003