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Crónica:FÚTBOL | Ida de los cuartos de final de la Copa del Rey

Tres directos a la mandíbula

La pegada de Raúl y Ronaldo da a un Madrid sin juego una holgada victoria ante un Valencia que bajó el pistón al final

Tres contundentes directos, en el plan que acostumbra, dieron al Madrid una victoria sonada sobre el equipo que le desafía en España. De los directos se ocuparon los de siempre: Raúl y Ronaldo. Del juego no se ocupó casi nadie. No le hizo falta frente a un Valencia que arrancó excelente y luego bajó algo el pistón. Tuvo más y mejores ocasiones que el Madrid, pero no le sirvió de nada. A Mista le dio por fallar cuatro remates bastante sencillos y el equipo no consiguió contener a Raúl y Ronaldo, lo que se tradujo en una dura derrota.

REAL MADRID 3 - VALENCIA 0

Real Madrid: César; Michel Salgado, Helguera, Raúl Bravo, Roberto Carlos; Figo, Beckham, Guti, Solari; Raúl y Ronaldo (Cambiasso, m 89).

Valencia: Palop; Garrido, Ayala, Marchena, Carboni; Rufete (Angulo, m. 61), Albelda, Baraja, Vicente; Aimar y Mista (Xisco, m. 73).

Goles: 1-0. M. 32: Solari centra y cabecea Raúl.

2-0. M. 80. Ronaldo pasa a Figo, que no puede parar el balón, pero lo vuelve a recoger Ronaldo y tira por alto entre Palop y dos defensas.

3-0. M. 85. Figo marca de penalti por entrada de Marchena a Raúl.

Árbitro: Medina. Amonestó a Solari, Marchena, Helguera y Aimar, y expulsó a Beckham y a Albelda, por doble tarjeta.

74.011 espectadores en el Bernabéu.

El partido venía cantado por las características de los dos equipos, que en ciertas cuestiones están en las antípodas. El Valencia es lo más parecido a la apoteosis de la organización. Equipo trabajado entre semana, con unos mecanismos tácticos muy visibles, bien interpretados por los jugadores, muchos de ellos de perfil bajo, pero buenos futbolistas al fin. Por el lado colectivo no hay color entre el Valencia y el Madrid, cuya aspiración no es otra que el caos creativo. Y funciona. No hay equipo más discutible desde la ortodoxia que el Madrid. Su interpretación defensiva se basa, en el mejor de los casos, en una especie de voluntarismo que tiene al equipo al borde del sopapo varias veces por partido. Pero la heterodoxia del Madrid, la ausencia de un rasgo colectivo definible, es más deliberada de lo que parece. En realidad, viene bendecida por el club. Más aún, se ha instaurado desde el club, a través del modelo que ha implantado el presidente. Y con los datos en la mano, funciona. El Madrid ha ganado Ligas y Copas de Europa en las tres últimas temporadas con un equipo que atenta contra los principios que han dominado el fútbol en los últimos 20 años: el rigor táctico, la cautela defensiva, las plantillas largas, las rotaciones, la hegemónica figura del entrenador. Nada de eso representa el Madrid, que ha tirado por la tremenda. Compra a las principales estrellas del mercado, con la condición de que sean jugadores de ataque, se convierte en la primera referencia en el mercado del fútbol, pone al entrenador al borde de un ataque de nervios, insinúa que los nuevos fichajes serán tan delanteros como los anteriores y se cisca en las convenciones.

El Valencia, como se esperaba, hizo valer la superior organización del equipo para a) manejar la pelota más y mejor, b) convertir en un problema cada ataque del Madrid, que tardó media hora para dar dos pases, c) dar la impresión de marcar en cada una de sus frecuentes llegadas. Pero no marcó. Casi milagrosamente el Madrid se salvó del gol. Un tiro de Albelda sin oposición, un cabezazo de Mista que se escapó fuera, un tiro alto de Mista con la portería abierta y una intervención desesperada de Helguera para desviar un cabezazo mortal de...Mista. Pero los numerosos méritos del Valencia no se tradujeron en nada. Al fondo de su armonioso fútbol se apreciaba siempre la figura de Aimar, listísimo para encontrar socios y dinámico para moverse en sectores amplios del campo. Un gran jugador.

Los problemas del Madrid se fueron arreglando en la medida en que su inferioridad no tenía consecuencias en su portería. Poco a poco comenzaron a crecer algunos jugadores, con Raúl y Guti a la cabeza. Raúl se enchufó antes que nadie. Guti, que empezó con algunas dudas, terminó por convertirse en el faro del Madrid, esta vez muchos cuerpos por encima de Beckham, admirable por intenso, pero sin demasiada claridad. Solari animó el partido por el costado izquierdo, donde se encontró con el eslabón más débil en la cadena del Valencia. A Garrido se le veía sufrir, como si no le alcanzara para sentirse titular. Con un poco de allí y poco de allá, el Madrid se las ingenió para recuperarse levemente y, poco después, para lanzarle el bocado al Valencia. Fue estupenda la jugada que arrancó de Guti en el medio campo y pasó eléctrica por los pies de Solari, Roberto Carlos, Solari de nuevo y Raúl, implacable, para adelantarse y cabecear fuera del alcance de Palop. El típico calambrazo del Madrid.

El gol no modificó el encuentro, aunque bajó un punto la autoridad del Valencia y subió dos la energía del Madrid, que equilibró bastante el partido en el segundo tiempo, más nervioso que bien jugado. Fue precisamente en la segunda parte donde Helguera se alzó poderoso en el centro de la defensa. Delante Guti no cometió ninguna distracción, con un desconocido interés por el trabajo defensivo y con la clase de costumbre para mover el balón. El equilibrio se terminó cuando la presencia de Mista se hizo sintomática: volvió a rematar y volvió a fracasar ante el gol. La profusión de errores le costaron la sustitución, pero el partido estaba de nuevo donde comenzó: con el Valencia al frente de las operaciones, pero fatigado. Y la fatiga le llevó al desorden, y ningún equipo se mueve mejor que el Madrid en el desorden de los rivales. Entonces llega Ronaldo como un bisonte y acaba la discusión. O Raúl, de cuya astucia ha vivido el Madrid tantas veces. Se fabricó un penalti, lo convirtió Figo y el Madrid salió con un resultado de perlas frente a un rival que no salió de su incredulidad.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 22 de enero de 2004