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MATANZA EN MADRID | Las víctimas

SONIA PARRONDO ANTÓN / A ella no le gustaba ir en tren

Apenas 13 años rotos por una bomba. Con toda una vida por delante. La de Sanaa Ben Salah Imadaquan, nacida en Madrid, hija de inmigrantes marroquíes, estudiante de ESO, con muchos amigos españoles, que quería ser veterinaria y tenía un sueño: visitar a sus primas en Palestina. Un matrimonio. El de Sonia y Roberto, que viajaban juntos, aunque a ella no le gustaba ir en tren, y porque él prefería acompañarla con tal de que no lo hiciese sola. Sonia era una cuidadora de niños vocacional, la menor de siete hermanos que la llamaban cariñosamente Moñiguita. Roberto tenía dos pasiones: Sonia y el Atleti. Con decir que llamó Sacchi a su perro por un antiguo entrenador de su equipo... Y otro matrimonio: el de los hondureños Saúl y Laura. Vivieron juntos y murieron juntos. Él nunca tuvo vacaciones en sus 44 años. Ella, tampoco en sus 37. Los que vivieron.

Sonia Parrondo, de 28 años, cuidadora de niños vocacional, tenía un apodo: Moñiguita. Un apelativo cariñoso que le tocó por ser la más pequeña de siete hermanos. Pero también la más irónica y la más fuerte.

Su marido, también fallecido en el atentado, bromeaba con hacerle un test de inteligencia por su rapidez. Nunca le faltaban palabras para urdir una observación aguda y veloz. Guapa y "ancha de hombros", según precisa una de sus hermanas, era muy coqueta. Pero no le gustaba pintarse. Siempre preguntaba cómo le quedaba la ropa: "¿No está muy holgada?". Cuando atravesaba el umbral de su casa, su familia nunca sabía qué aspecto tendría: un día llevaba trencitas enroscadas y al otro el pelo corto y rojo. Era muy sensible. Pero tomaba el mando en las situaciones duras. Por ejemplo, durante la enfermedad de uno de sus hermanos. Un día, al volver del trabajo, se encontró con un mendigo sentado en un banco. Pasó de largo y subió a su casa. Al poco, bajó con una tortilla recién hecha. El indigente le dijo: "Sabía que vendrías". Estuvo tres horas escuchando a aquel hombre, sentada a su lado en el pequeño pupitre.

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Pero también le gustaban las cosas ligeras. La música. Apreciaba tanto a Alejandro Sanz que tenía una foto enmarcada en su cuarto. Sus sobrinas pensaban que era su marido y le llamaban "tío". También disfrutaba con Bustamante. Música para bailar. Se movía de un modo especial. "Llamaba la atención su manera de andar". Llevaba sólo ocho meses fuera de la casa materna. Allí, tenía que dormir en la misma cama de su hermana Feli, dos años mayor.

No le gustaba ir en tren. Por eso, su marido, Roberto, solía acompañarla en el trayecto desde su casa, en Vallecas. "Hacían todo siempre juntos".-

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 24 de marzo de 2004