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MATANZA EN MADRID | Las víctimas

SANAA BEN SALAH IMADAQUAN / Quería conocer a sus primas de Palestina

Apenas 13 años rotos por una bomba. Con toda una vida por delante. La de Sanaa Ben Salah Imadaquan, nacida en Madrid, hija de inmigrantes marroquíes, estudiante de ESO, con muchos amigos españoles, que quería ser veterinaria y tenía un sueño: visitar a sus primas en Palestina. Un matrimonio. El de Sonia y Roberto, que viajaban juntos, aunque a ella no le gustaba ir en tren, y porque él prefería acompañarla con tal de que no lo hiciese sola. Sonia era una cuidadora de niños vocacional, la menor de siete hermanos que la llamaban cariñosamente Moñiguita. Roberto tenía dos pasiones: Sonia y el Atleti. Con decir que llamó Sacchi a su perro por un antiguo entrenador de su equipo... Y otro matrimonio: el de los hondureños Saúl y Laura. Vivieron juntos y murieron juntos. Él nunca tuvo vacaciones en sus 44 años. Ella, tampoco en sus 37. Los que vivieron.

Sanaa, hija única de inmigrantes marroquíes, nació hace 13 años en el hospital Gregorio Marañón. El tren de las 7.10 llevaba todas las mañanas a Sanaa Ben Salah desde Alcalá de Henares hasta la estación de Atocha. Ahí, en el vestíbulo, se solía reunir con sus amigas Carla y Paula para ir hasta la parada de Acacias, en Lavapiés, la más cercana a su colegio. Sanaa cursaba segundo de la ESO en el instituto Juan de la Cierva.

El jefe de estudios del centro recuerda que tenía amigos de orígenes muy distintos; españoles, ecuatorianos, colombianos, marroquíes. "Estaba totalmente integrada en España", añade.

Sanaa acudía a la mezquita central de Madrid junto a su familia y exhibía orgullosa el pañuelo que cubría sus cabellos, "aunque en España no esté muy bien visto", reflexiona su tío Ahmed. A Sanaa, que no hablaba árabe con fluidez, le encantaba hacer los deberes nada más llegar a casa, desayunar cereales y atiborrarse de queso. Disfrutaba viendo películas de terror. "Aunque fueran de Drácula. Nunca pasaba miedo", recuerda Jamila, su madre.

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Sanaa estaba enamorada de los animales y quería ser veterinaria: "Le encantaba salir al campo, las excursiones a la sierra con el colegio, jugar con los perros abandonados... No me dejaba matar ni una mosca en casa, siempre estaba protegiendo a los animales", sonríe Jamila. Como a muchos otros niños, a Sanaa le gustaban los dibujos animados, pintar, leer libros y el Real Madrid. "Zidane era su jugador preferido, aunque nunca llegó a ir a verle jugar al estadio", recuerda Ahmed. El próximo verano planeaba viajar hasta Palestina para conocer a sus primas. Su cuerpo descansa en Tánger.-

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 24 de marzo de 2004