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MATANZA EN MADRID | Las víctimas

JOSÉ MARÍA GARCÍA SÁNCHEZ / "Siempre tenía que ayudar"

José María García Sánchez, de 47 años, empleado de mantenimiento en la empresa de ascensores Zardoya Otis, no dudó un segundo en bajar a apagar el fuego que se declaró en el garaje comunitario del edificio de Fuenlabrada (Madrid) en el que vivía. Más tarde llegaron los bomberos. José María tuvo que ser atendido en una ambulancia porque se le habían llenado de humo los pulmones. "Siempre tenía que ayudar", afirma su viuda, Matilde Saiz.

Que estaba ayudando. Eso fue lo primero que pensaron sus familiares la mañana del atentado cuando intentaban sin éxito contactar con él a través del teléfono móvil. Con Matilde tuvo dos hijos: Luis, de siete años, y Daniel, de 16, un cinturón negro de judo a quien su padre animaba a competir por la Comunidad.

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Madrileño de pura cepa: "Estaba orgulloso del Madrid de su alma; tener que venir a Fuenlabrada hace unos ocho años en busca de un piso más grande que pudiéramos pagar fue un palo para él", explica Matilde. Abierto y campechano. "El simple hola y adiós no existía para él; tenía conversación para todos los vecinos, para todo el mundo". Aficionado a los toros: "San Isidro le encantaba y no se perdía ningún encierro en las fiestas de Fuenlabrada". Curioso: "Le gustaba conocer cosas; una vez fuimos a Sevilla y visitamos tanto los alrededores que acabamos en ¡Ceuta!". Buen cocinero... y buen comedor: "La cocina le volvía loco, se compraba libros... ¡Le salían unos callos! Él se lo cocinaba y él se lo comía", recuerda Matilde.

Futbolero del Atlético de Madrid, José María era de izquierdas y soñaba con el mar que no tiene su Madrid. "Los veranos íbamos al pueblo donde yo nací, en Ciudad Real", explica su viuda, "pero antes siempre tenía que ir unos días a la playa a mojarse los pies".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 30 de marzo de 2004