Los brasileños Moleque de Rua son una gente especial. En el Fórum arrasaron y la organización decidió prolongar su presencia en el recinto hasta el pasado domingo. Pero su despedida oficial fue ayer y decidieron hacerlo de una manera nada convencional: actuando en la cárcel de Brians. Los casi 200 internos que presenciaron su actuación pudieron palpar durante más de una hora la proximidad y alegría que desprenden los 11 componentes del grupo en cada una de sus batucadas. En su mayoría se trata de jóvenes que han nacido en la favela Vila Santa Caterina de São Paulo y que gracias a la música han podido salir del círculo de la pobreza al que estaban predestinados.
Por ello, el mundo de la cárcel no les es ajeno. La mayoría de ellos conocen a alguien que está cumpliendo condena y, además, el director de la banda, Duda Ferreira, estuvo durante tres años dando clases de guitarra a los presos de una cárcel de São Paulo. Así, no es extraño que los moleques se metieran en el bolsillo al público de Brians nada más empezar su batucada. Las mujeres (de los cerca de 1.600 internos de la prisión, 250 son mujeres) fueron las primeras en hacer un corrillo y empezar a mover las caderas. Los hombres, sin embargo, no quisieron ser menos y enseguida se apuntaron al baile. Entre el público había una docena de chicas brasileñas que no podían ocultar su alegría por poder ver tocar a unos compatriotas.
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Los Moleque hicieron también una exhibición de capoeira y, después de haber interpretado tres o cuatro canciones, dejaron que los presos y las presas fueron los protagonistas de su actuación. Duda cogió el micro y pidió que alguien se animara a tocar un poco de flamenco. No tuvo que esperar ni dos segundos. Un grupo de cuatro hombres cogió la guitarra del grupo y los micros. "Vamos a hacer una rumbita", gritaron. Fue fantástico. Después vino la explosión final. Duda repartió instrumentos entre hombres y mujeres, y por unos instantes los presos se convirtieron en miembros del grupo.
La ilusión, sin embargo, se desvaneció rápidamente. Cuando los internos todavía se estaban despidiendo de los Moleque, un altavoz les recordó que debían volver a la realidad: "¡Módulo 2, a su puerta de acceso!". Obedecieron. Pero con una sonrisa en la boca.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 3 de agosto de 2004