La guerra de los Oscar ya ha empezado de forma cruda. Los intereses de los grandes estudios por alzar cuantas más estatuillas mejor han vuelto a desatar todo tipo de comentarios y ataques contra las diferentes películas. La actitud no es nueva. Ya sucedió hace tres años entre Shakespeare in Love y Salvar al soldado Ryan y hace dos entre American Beauty y Las normas de la casa de la sidra. Parece que la tranquilidad del pasado ejercicio sólo fue un espejismo.
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Las acusaciones de "guerra sucia" se convirtieron ayer en el centro de atención de los candidatos durante el almuerzo ofrecido por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas en el hotel Beverly Hilton de Los Angeles.
El banquete se convirtió en una reunión desenfadada de los aspirantes sin los nervios propios de la ceremonia. Sin embargo, las acusaciones de "guerra sucia" estuvieron presentes en los comentarios de casi todos, que no dudaron en expresar su preocupación.
"Creo que campañas así van más allá de ser irresponsables", aseguró Russell Crowe, candidato al Oscar como mejor actor por tercer año consecutivo -falló en El dilema y acertó con Gladiator-, por su trabajo en A Beautiful Mind. Es precisamente esta película la que se ha convertido en el centro de ataques directos, que censuran la manipulación de los hechos reales al contar la biografía del premio Nobel en matemáticas John Nash y su lucha contra la esquizofrenia.
"No creo que este tipo de críticas merezcan más comentarios, aunque sí estaría bien examinar la cantidad de dinero que se está invirtiendo en estas campañas", añadió el actor, preocupado porque la agresividad de esta lucha pueda acabar con "el placer de esta celebración del cine".
Un asunto personal
Ron Howard, director de la película, tampoco quiso entrar en la polémica, aunque en vista de los ataques que está recibiendo, advirtió de que tendrá que tomarse el asunto de forma "personal". "Una cosa es presentar un proyecto que quieres y animar a los miembros de la Academia a que lo vean y voten por ti y otra es la de la estrategia del ataque más propia de la política", aseguró uno de los más claros favoritos, cuyo filme aspira a un total de ocho estatuillas, incluida la de mejor película.
Incluso aquellos que como Tom Wilkinson, recién llegado de Inglaterra y candidato a mejor actor por In the Bedroom, dijeron no estar enterados de la polémica reconocieron que existe una cierta "hipocresía" en la industria dado que todo el mundo acaba participando en campañas para apoyar a su filme.
"Siento que nuestro trabajo como actores es llevar a la gente al cine, aunque me gusta pensar que participo en estas campañas por la película y no por mí", aseguró otra británica, Helen Mirren, aspirante como mejor actriz secundaria por Gosford Park. "Al final, el voto es el voto", sentenció el realizador Ridley Scott, candidato por segundo año consecutivo a mejor director, este vez por Black Hawk Down, en este acto que reunió a un centenar de aspirantes de un total de 23 categorías.
Al menos durante este almuerzo, los candidatos, fueron tratados por el mismo rasero y recibieron todos ellos el mismo póster al final de la ceremonia, así como el mismo discurso de la Academia pidiendo a los futuros ganadores brevedad en sus discursos. El próximo día 24, en la ceremonia, nada será igual. Ya habrá vencedores y vencidos.