El australiano Lleyton Hewitt, cabeza de serie número cuatro, ha sumado su primer grande a sus 20 años al imponerse en la final del Open de Estados Unidos, cuarto y último Grand Slam del año, al estadounidense Pete Sampras por 7-6 (7/4), 6-1 y 6-1, en una hora y 54 minutos de juego.
No se dejó impresionar Hewitt en su primera cita en una final de Grand Slam ante un Sampras que buscaba su cuarto título en este Abierto, (tras los de 1990, 93, 95 y 96) y que quería callar las bocas de los que, a sus 31 años, se habían atrevido a enterrarle después de un año en blanco en lo que a títulos se refiere.
El partido fue una clara muestra de que la savia nueva del tenis mundial pide paso a los veteranos. Hewitt dilapidó en un visto y no visto las esperanzas del ex número uno del mundo, que trataba de evitar que el 2001 se convirtiera en el primer año sin inscribir su nombre como ganador de un grande desde 1991. Hewitt, que se cobró cumplida venganza de su derrota ante Sampras el pasado año en las semifinales de Flushing Meadows, curiosamente la última victoria del estadounidense sobre el aussie, igualó a cuatro, las tres últimas de manera consecutiva, su particular casillero de enfrentamientos ante el estadounidense.
Lección en el resto
Con un demoledor juego en el resto y una gran solidez con su servicio, Hewitt hizo lo que nadie había conseguido hasta ahora y quebró en cinco ocasiones el servicio de Sampras a lo largo de todo el encuentro. Los errores no forzados, 37 de Sampras por 13 de Hewitt, terminaron de acabar con las esperanzas del estadounidense en su séptima final, segunda que pierde de forma consecutiva en Nueva York tras la del año pasado ante Safin.
Tan sólo el primer set siguió el guión previsto. Aún así, Hewitt lanzó un serio aviso haciéndose con un juego sobre el servicio de Sampras, algo que no habían logrado hacer en las rondas anteriores ni Rafter, ni Agassi ni Safin. Con una ruptura en el bolsillo para cada jugador, el primer set se resolvió en el tie-break, donde Hewitt aprovechó su oportunidad para apuntarselo por 7-4. Este hecho supuso un auténtico golpe de moral para un Hewitt que, a partir de ese momento, se mostró mucho más atrevido y perdió el respeto a un Sampras que veía como no le valía ya sólo con su poderoso servicio para contener los ataques del joven aussie.
Hewitt comenzó a dar una auténtica lección de como restar, con poderosas devoluciones a los pies que hacían mucho daño a Sampras, que empezó a acumular errores. Una ruptura de servicio en el cuarto juego dio el mando en el segundo set, y en el partido, a un Hewitt que ya no lo soltaría. Así, la segunda manga caía del lado del australiano en apenas 33 minutos, tras volver a romper el saque de Sampras, por 6-1.
A partir de ahí el partido fue un auténtico paseo para Hewitt, que parecía imparable en el camino hacia su primer Grand Slam. Un nuevo break del australiano en el primer juego del tercer set dejaba a las claras quién iba a ser el ganador de 2001 en Flushing Meadows. Con el 4-1 para Hewitt, el público intento levantar los ánimos de su jugador, Sampras, con la esperanza de ver todavía algo más de tenis, pero la suerte del encuentro ya estaba escrita y el australiano, con nueve títulos en su haber, se estrenaba en un grande.
Puedes seguir Deportes de EL PAÍS en Facebook, Twitter o suscribirte aquí a la Newsletter.